tag:blogger.com,1999:blog-45554833734641990452024-03-13T19:27:19.811-07:00El paganismoUnknownnoreply@blogger.comBlogger16125tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-68085134370656756682009-05-01T00:25:00.000-07:002010-10-04T10:28:22.129-07:00La cultura de la muerte en el paganismo antiguo<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgieY4jGs-RKPQxn1b06wm9vUiu7XCVGiLevdyT4Czs0aGm_xKKzhk_nuhGlVOOiTL7FlIdwSGgOxzeQtMyq3kAWS2xUCb9G9UGAcrmrndQS29oFdTc3aDATdHRxq9o1R9WuwR6lkWT_Ho/s1600-h/Goya+Saturno_Hijo.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330753787702096322" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 261px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgieY4jGs-RKPQxn1b06wm9vUiu7XCVGiLevdyT4Czs0aGm_xKKzhk_nuhGlVOOiTL7FlIdwSGgOxzeQtMyq3kAWS2xUCb9G9UGAcrmrndQS29oFdTc3aDATdHRxq9o1R9WuwR6lkWT_Ho/s400/Goya+Saturno_Hijo.JPG" border="0" /></a><em><span style="color:#660000;">"Los romanos construyen un cementerio y lo llaman paz”. Tácito. Siglo I</span></em><br /><br />En la sociedad antigua, en Grecia y en Roma, el aborto y el infanticidio estaban en parte, permitidos y socialmente tolerados. Esa forma de aceptación se basaba en la autoridad absoluta del padre sobre los hijos. Sin embargo, había significativas excepciones. El juramento hipocrático incluye un rechazo del aborto. La Lex cornelia (hacia 85 a. C.) tiene en cuenta las penas de los que trabajan con venenos, incluyendo las sustancias abortivas. Septimio Severo (193-211) trata el aborto como un “crimen extraordinario” y la mujer que aborta es condenada al exilio. En el mundo judío, dice el historiador Flavio Josefo, “la ley ordena educar a todos los niños, y prohíbe que la mujer se provoque un aborto; una mujer culpable de ese delito es una infanticida porque destruye un alma y disminuye la raza” (Contra Apion, II, 202). En la Roma antigua, el historiador romano Tácito se asombraba de que las mujeres judías y cristianas no quisieran abortar. </div><div align="justify"> </div><div align="justify"></div><div align="justify"><strong><span style="color:#660000;">La eugenesia en Grecia y Roma</span></strong></div><div align="justify"><strong><span style="color:#660000;"></span></strong> </div><div align="justify"></div><div align="justify">En Esparta, desde su nacimiento el espartano pertenecía al Estado y debía vivir en función de la colectividad. Los niños débiles o enfermos debían perecer. Un hombre sabio era comisionado por los espartanos o “iguales” para lanzar a los acantilados a los niños deformes. En la democrática Atenas, Sócrates consigna que “las mujeres darán hijos al Estado desde los veinte a los cuarenta años, y los hombres… hasta los cincuenta y cinco años”. Luego, el ciudadano que engendre después de este plazo será “culpable de injusticia y de sacrilegio” y el hijo será considerado ilegítimo. Ello por cuanto la obligación del ciudadano es dar a la patria “una progenie más virtuosa y más útil”. Platón mismo constata que los hijos contrahechos y deformes debían ser encerrados en un punto oculto.<br />Platón da cuenta que Esculapio no prescribía tratamiento alguno a “los cuerpos radicalmente enfermizos” y no creía “conveniente alargarles la vida y los sufrimientos por medio de un régimen constante de inyecciones y evacuaciones”, de modo de no ponerlos “en el caso de de dar al Estado súbditos que se les pareciesen”. Esculapio, considerado un “hombre político”, determinaba que “no deben curarse aquellos que por su mala constitución no pueden aspirar al término ordinario de la vida marcado por la naturaleza, porque esto no es conveniente ni para ellos ni para el Estado”. En el libro tercero de “La República” se habla de establecer en ella “una medicina y una jurisprudencia que… se limiten al cuidado de los que han recibido de la naturaleza un cuerpo sano y un alma bella. En cuanto a aquellos cuyo cuerpo está mal constituido, se los dejará morir”.<br />Aún más, Platón agrega: <em><span style="color:#660000;">“Es preciso, según nuestros principios, que las relaciones de los individuos más sobresalientes de uno u otro sexo sean muy frecuentes, y las de los individuos inferiores muy raras; además, es preciso criar los hijos de los primeros y no los de los segundos, si se quiere que el rebaño no degenere… Todas estas medidas deben ser conocidas sólo por los magistrados, porque de otra manera sería exponer el rebaño a muchas discordias… Dejaremos a los magistrados el cuidado de arreglar el número de matrimonios, a fin de que haya siempre el mismo número de ciudadanos, reemplazando las bajas que se produzcan en la guerra, las enfermedades… Se sacarán a la suerte los esposos, haciéndolo con tal maña, que los súbditos inferiores achaquen a la fortuna y no a los magistrados lo que les haya correspondido… Los jóvenes que se hayan distinguido en la guerra o en otras cosas, se les concederá… el permiso de ver con más frecuencia a las mujeres. Éste será el pretexto legítimo para que el Estado sea en grande parte poblado por ellos”.<br /></span></em>Más aún, Teognis de Mégara, poeta del siglo VI antes de Cristo, que consideraba que la raíz profunda de los males de su tiempo estaba la condición abyecta del pueblo y en el enriquecimiento de las clases bajas, da cuenta del pesimismo trágico de los griegos clásicos al sostener: “¿Sería mejor para los niños no haber nacido? Pero aunque eso fuese lo óptimo, si ya nacieron, lo mejor que les podría suceder es traspasar las puertas de Hades cuanto antes”.<br />En Roma, el emperador Augusto consagró sus energías no sólo a remozar las estructuras del Estado y embellecer la capital, sino también al “renacimiento del antiguo espíritu romano”. Ello por cuanto fue honrando las virtudes antiguas que el pueblo romano se hizo digno de mandar al mundo. Con tal objeto, Augusto acometió la reforma de costumbres rehabilitando a la familia, base de toda sociedad sana. En aquel tiempo, la mujer romana no constituía una base familiar. El lujo y la sed de placeres habían corrompido a las mujeres tanto como a los hombres. Al salir de casa y lanzarse al mundo exterior, la matrona ganó en espontaneidad y amabilidad, pero no sólo abandonó su altivez innata, sino también su castidad. Con ello se consideró que la familia estaba herida de muerte. La romana confiaba a sus esclavas los trabajos domésticos y la educación de sus hijos. Asimismo, la vida familiar era una parodia. De hecho los lazos conyugales eran considerados obligaciones provisionales tan fáciles de romper como de contraer. Los romanos hicieron del divorcio un deporte.<br />A pesar de sus propias contradicciones, Augusto combatió mediante decretos esta ansia de placeres y su consecuencia: la degeneración de la aristocracia y la degradación social. Intentó recrear una aristocracia selecta destinada a las supremas funciones del Estado. Augusto prohibió los matrimonios de los senadores y sus descendientes con esclavos libertos y de dudosas costumbres, los cuales eran cada vez más frecuentes. Por esta vía, la extinción de las rancias familias nobles era inevitable y de hecho fueron sustituidas por sangre nueva y provinciana. Pese al celo reformador de Augusto, la vida romana continuó entre excesos y corrupción. Determinado estaba el destino del Imperio. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-8469481498411958932009-05-01T00:24:00.000-07:002010-10-04T07:41:28.852-07:001. La fecundidad en los pueblos antiguos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQlzoBtlhhf6rF4vFLjJfxdyAS8FYdqZVgVpE-_JXN_I6Pp-pCbu-BZSs9gaklcAwqbT9BT3cV9O6xTuCDI_wldR96modqYBcvceFTbaVySPaeBiX7jK74AaJsVeBl1wNcYSf3Sh3_TaU/s1600/PanchalaAndHariti.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524200938652522802" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 374px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQlzoBtlhhf6rF4vFLjJfxdyAS8FYdqZVgVpE-_JXN_I6Pp-pCbu-BZSs9gaklcAwqbT9BT3cV9O6xTuCDI_wldR96modqYBcvceFTbaVySPaeBiX7jK74AaJsVeBl1wNcYSf3Sh3_TaU/s400/PanchalaAndHariti.jpg" border="0" /></a>Las ideas de los pueblos antiguos de Oriente sobre la población se hallan principalmente en los libros Sagrados, que no por su condición de sagrados dejan de constituir, a veces, interesantes fuentes históricas, a las que se puede recurrir. En estas obras se integran contenidos muy variados, se yuxtaponen doctrinas religiosas, preceptos morales y político - sociales, junto a las enseñazas teológicas y cosmológicas que se enlazan con vagas nociones extraídas de la tradición u obtenidas por la experiencia y referenciadas a ámbitos notablemente diferenciados: la moral, el derecho, el gobierno, las reglas de higiene, los deberes para con la divinidad, la sociedad, la familia y uno mismo. Las civilizaciones antiguas fundaban la potencialidad del poder de los clanes en el número de hijos, lo que conducía asimismo a una positiva consideración de la mujer como fuente de la vida y de las capacidades del clan. A tenor de lo anteriormente expuesto, podemos escudriñar el Libro IX, de las <strong>Leyes de Manú</strong> titulado “Leyes civiles y criminales, deberes de la casta comerciante y de la servil” que, de forma precisa, esboza unas máximas en las que se enaltece la natalidad, se alaba a las mujeres fértiles, se rechazan las conductas que no favorecen la reproducción y se establece un específico mandato de matrimoniarse. Hasta tal punto se exalta la natalidad entre los antiguos arios de Asia, se relaciona directamente el origen de todos los seres vivos con la procreación, elevándola a la categoría de prescripción religiosa.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Ley 33: La ley considera a la mujer como la tierra y al marido como la semilla; de la unión de la semilla con la tierra toman origen todos los seres vivientes.<br />Ley 96: Las mujeres fueron creadas para traer al mundo hijos; los hombres, para perpetuar la especie; por esto, el cumplimiento en común de los deberes religiosos por el esposo con la esposa está prescrito en el Veda”<br /></span></em><br />La mujer fértil gozaba de un positivo prestigio y el perpetuar los nacimientos de generación en generación era un valor de alto significado.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Ley 26: Las mujeres que se unen a sus maridos con el sólo objetivo de criar hijos, gozan de la mayor dicha, son respetadas, lustre de la casa y verdaderas diosas de la fortuna; entre ellas y esta diosa no hay ninguna diferencia”</span></em><br /><br />Para mayor fuerza del precepto precedente en la ley 81 queda recogido el repudio de la mujer por razón de su infertilidad:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Ley 81: La mujer estéril debe ser reemplazada a los ochos años; a los diez, aquellas cuyos hijos se mueren; a los once, a la que sólo paren hijas […]”.</span></em><br /><br />El incumplimiento de este imperativo precepto era causa de repudio, tanto si era por decisiones propias (padres que no casan a la hija o maridos que no tienen las obligadas relaciones sexuales en el período fértil de la mujer), como por motivos de esterilidad, atribuida siempre a la mujer, como también por fallecimiento de la prole:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Ley 4: El padre que no case a su hija al llegar ésta a la edad, merece todo baldón, y lo mismo el marido que no se acerque a su mujer en las épocas convenientes…”.</span></em><br /><br />Les resultaba insoportable que sus antepasados o ellos mismos se vieran privados un día de la condición de la felicidad de ultratumba. El que permanecía sin hijos o no casaba a los suyos, se le consideraba como un miserable y un criminal, ya que comprometía la felicidad de los Manes ancestrales, y debía resignarse a compartir sus sufrimientos19. La insistencia sobre el deber sagrado del matrimonio y los peligros de sus desobediencias está registrada en el libro IX de las Leyes de Manú en los siguientes decretos:<br /><br /><span style="color:#660000;"><em>“Ley 106: Inmediatamente después del nacimiento del primogénito el hombre se transforma en padre de un hijo, y queda liberado de su deuda con los Manes; por tanto, este primogénito merece la totalidad del patrimonio.<br />Ley 138: Como un hijo libera (tra) a su padre del infierno, llamado Put, ha sido recibido el nombre de Putra (salvador del infierno), por el mismo Brama.<br />Ley 107: El hijo mediante el cual paga uno la deuda contraída y alcanza la inmortalidad, ha sido engendrado por el deber; los demás, al decir de los sabios, han sido engendrados por la pasión”.<br /></em></span><br />A pesar de esta reiterada exaltación de la mujer por su capacidad de traer hijos al mundo, por su condición de madre y por razón de la necesaria cooperación con el hombre para perpetuar la especie, sin embargo, en las Leyes de Manú, se contempla la posibilidad del aborto desde la perspectiva eugenésica.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Solamente para proteger la casta elevada de una mujer, que hubiese sido embarazada por un hombre de casta baja, se daba muerte al hijo, sea provocando el aborto o por suicidio de la mujer”.</span></em><br /><br />Esta favorable consideración de la procreación y de los procedimientos para su éxito no era privativa de unos concretos pueblos. Semejante perspectiva la encontramos en los semitas, hasta el punto que en un libro de gran interés para la cultura judía, <strong>El Talmud</strong>, se recoge la obligación de que los hombres contraigan matrimonio y en caso contrario se le señala negativamente y a quien vive sólo a la edad de veinte años se le considera maldito por Dios, como lo está también un asesino.<br />En la Biblia, en el primer libro del Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, es objeto de un tratamiento al más alto nivel y ello con reiteración. En el capítulo I, luego de la bellísima y poética descripción que se hace de la creación por parte de Dios, este se concentra en la creación de hombre a su imagen y semejanza, “a imagen de Dios los creó los creó varón y hembra” y a renglón seguido, en el versículo 28 les da el gran mandamiento de reproducirse: <em><span style="color:#660000;">“Y echóles Dios su bendición y dijo: creced y multiplicaos, y llenad la tierra y enseñoreaos de ella”.</span></em> Es de señalar que este mandato está en un contexto de unidad con los anteriores mandatos, que por la palabra de Dios, según el autor sagrado crea todas las cosas, luego como si reflexionara sobre ellas y las valoraba como buenas. Por consiguiente la necesidad de reproducirse los seres humanos se contempla aquí con una necesidad semejante a la que acaba de imprimirse al cosmos. La población, la reproducción y el crecimiento poblacional vuelve de nuevo a contemplarse en el Génesis en otro momento de la mayor solemnidad, estableciéndose la población como el especial contenido de la Primera Alianza o el pacto concertado por Yaveh con Abrahám, cuyo objeto es el crecimiento de la población hasta límites insospechados:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Esta es mi alianza que voy a pactar contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. No te llamarás más Abram, sino Abraham, pues te tengo destinado a ser padre de una multitud de naciones. Yo te haré crecer sin límites, de ti saldrán naciones y reyes, de generación en generación”.<br /></span></em><br />Para una mayor concreción de la promesa precedente, Dios manifiesta que los límites de la descendencia del patriarca es comparable con la innumerable cantidad de estrellas del cielo “Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes. Así será tu descendencia”. Por consiguiente, se entiende fácilmente que la virginidad prolongada no estuviera bien vista entre las mujeres de Israel, como queda claramente expresado en el dolor que experimenta la hija de Jefté, más por el deshonor de no haber conocido varón que por su muerte próxima y prematura. Para remedio de la situación se establece la Ley del Levirato, por la que, cuando una persona casada moría sin tener hijos, su hermano debía casarse con la viuda. Entonces los hijos de este segundo matrimonio, de acuerdo a la ley, venían a ser hijos del primer esposo. En el<br />Deuteronomio se relata una interesente descripción de la práctica de esta ley:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no irá a casa de un extraño, sino que la tomará su cuñado para cumplir el deber cuñado. El primer hijo que de ella tenga retomará el lugar y el nombre del muerto, y así su nombre no borrará de Israel. En el caso de que el hombre se niegue a cumplir su deber de cuñado, ella se presentará a la puerta de la ciudad y dirá a los ancianos: Mi cuñado se niega a perpetuar el nombre de su hermano en Israel, no quiere ejercer en mi favor su deber de cuñado. Entonces los ancianos lo llamarán y le hablarán. Si él porfía en decir: No quiero tomarla por mujer, su cuñada se acercará a él y en presencia de los jueces le sacará la sandalia de sus pies, le escupirá a la cara y le dirá estas palabra: Así se trata al hombre que no hace revivir el nombre de su hermano”.<br /></span></em><br />La necesidad perentoria de conseguir descendencia, como factor de primordial importancia en la cultura judía, volvemos a encontrarla expresada en forma negativa, en el episodio de Onán, a quien se le inflige el supremo castigo de la muerte por no querer dar descendencia a Tamar, la viuda de su hermano, obstruyendo el curso normal del acto procreativo.<br />El énfasis en la necesidad de reproducirse, como condición de la sobrevivencia del grupo, como es obvio, va decayendo a medida que los grupos tienen unas poblaciones suficientemente numerosas. En cambio asistimos a la aparición de un nuevo concepto, que va a tener una larga y variada historia, vinculado con la población y que llega hasta la actualidad. Se trata de la relación entre la población y el poderío militar, o la relación de la población con las cuestiones de seguridad, de defensa frente a los enemigos exteriores, de conquista de territorios o de orgullo nacional, que comienzan a imponerse sobre las concepciones morales y religiosas vinculadas con la reproducción. Estas ideas van a estar presentes a lo largo de la historia humana tanto en los tiempos antiguos como en los tiempos recientes, cuando los estados modernos ponen en marcha la elaboración de instrumentos de medida de sus poblaciones, encontramos que los motivos primeros para la elaboración de los censos modernos se vinculan con motivos de seguridad, orgullo nacional, de poderío militar.<br />En la Biblia se hallan elocuentes relatos de variados intentos de control de la población de determinados grupos a fin de impedir que el crecimiento poblacional se transformara en factor de dominio o de alteración del statu quo vigente. Tal es el caso del crecimiento de las tribus judias asentadas en Egipto y que en un determinado momento se perciben como una verdadera amenaza para los egipcios, el pueblo hegemónico y dominador, como consecuencia del crecimiento poblacional. En el libro del Éxodo, I, versículos 8 al 22, se relatan las medidas que dicta el Faraón, para evitar el crecimiento poblacional de los judíos de las Sagradas Escrituras observamos como la máxima autoridad en Egipto, adopta medidas para impedir el crecimiento de los hebreos, que le servían de mano de obra, para así mantenerlos bajo control.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Levantóse sobre Egipto un nuevo rey, que no conocía José. Él dice a su gente: ‘He aquí que el pueblo de los hijos de Israel se ha vuelto más numeroso y más poderoso que nosotros. Tenemos que obrar astutamente con él, para impedir que siga creciendo y que, si sobreviene una guerra, se una contra nosotros a nuestros enemigos y logre salir de esta tierra ... Entonces el Faraón ordenó a todo su pueblo, que fueran arrojados al río cuantos niños nacieran a los hebreos, preservando solo a las niñas”.<br /></span></em><br />Ideas semejantes inspiraban también a otras poderosas naciones semitas, asentadas en el espacio, hoy denominado Oriente Medio, que alumbraron tempranamente legislaciones del mayor interés. Entre estos excelentes y más antiguos textos jurídicos, que conocemos, es obligada referencia al Código de Hammurabi, en donde aparecen estrictas leyes respecto de la obligación que incumbe al padre de casar a sus hijos, desde que tienen edad para ello y de dotarlos convenientemente. Esta búsqueda de la reproducción está contemplada en este texto legislativo en cuanto facilita y aprueba el matrimonio con otras mujeres y aun con las esclavas que le ofrezca su propia mujer, siempre con el objetivo de tener descendencia:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“144. Si un señor tomó (en matrimonio) a una mujer naditum y esta naditum le dio una esclava a su marido y ha tenido (con la esclava) hijos, (si) ese señor se ha propuesto tomar (en matrimonio) a una mujer sugetum, no se le autorizará a ese señor: no podrá tomar (en matrimonio) a una sugetum.<br />145. Si un señor tomó (en matrimonio) a una mujer naditum y ella no le dio hijos y él se propone tomar (en matrimonio) una mujer sugetum, ese señor puede tomar (en matrimonio) a la sugetum y hacerla entrar en su casa. Esa sugetum no tendrá la misma categoría que la nuditum”.<br /></span></em><br />Este Código, promulgado en tiempos del rey Hammurabí de Babilonia, (emplazada en el territorio que en la actualidad se denomina Irak) cuyo reinado se establece entre el 1792 y el año 1750 antes de nuestra era y el Código probablemente fue promulgado en el 40º aniversario de su reinado, es decir en torno a 1753. La estela en que está escrito fue descubierta en la campaña de excavaciones que llevó a cabo Francia en 1901 – 1902. La estela fue trasladada al museo del Louvre, donde ocupa un lugar de honor, está labrada en un bloque de diorita negra bien pulimentada, de sección casi ovalada y que hubo de recomponerse a su hallazgo. El texto se halla grabado en caracteres cuneiformes y en lengua acadia y comprende en su totalidad 52 columnas, divididas en casillas con 3,600 líneas.<br />Constituye el primer intento de legislación, de que se tiene conocimiento, para ordenar el marco familiar y matrimonial, además de otros asuntos de la vida social, que indirectamente favoreció y organizó las relaciones en un marco de equidad y de justicia, afectando como es obvio también y de manera positiva a la fecundidad mediante la adecuada legislación. Los antiguos iranios, seguidores de Zoroastro, profesaban doctrinas semejantes que están recogidas en el libro sagrado Zend-Avest. A título de ejemplo, pueden servir los consejos religiosos concernientes al matrimonio y la paternidad:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Cásate joven, dice, a fin de que tu hijo te suceda y la cadena de los seres no se interrumpa”, y al valor sagrado de la procreación en la mujer: “De ti, ¡oh mujer!, haré yo puro el cuerpo y la fortaleza; te haré a ti rica en hijos y rica en leche; rica en germen, en leche, en gordura, en tuétano y en posteridad. Para ti traeré un millar de manantiales limpios, que corran hacia los prados que dan alimento para los hijos”.</span></em>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-73757187983156809972009-05-01T00:23:00.000-07:002010-10-04T08:45:27.840-07:002. Platón y la polis "justa"<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7D7zifVTmTOAN6hFVDX6uZRLeDwqDNk2r6Q0IyeQJKmhi4eeT-QGS3I_52heYVlbXNJw3bsNbBrJDQVJAqaDJA9HDejr8-D40774yuazYZ0ej8sYdWFmVRixMwQne3am7QsXdugsVOss/s1600/Pederastic_courtship_Louvre.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524202360475872722" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 210px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7D7zifVTmTOAN6hFVDX6uZRLeDwqDNk2r6Q0IyeQJKmhi4eeT-QGS3I_52heYVlbXNJw3bsNbBrJDQVJAqaDJA9HDejr8-D40774yuazYZ0ej8sYdWFmVRixMwQne3am7QsXdugsVOss/s320/Pederastic_courtship_Louvre.jpg" border="0" /></a>El infanticidio era no sólo común en el mundo clásico, sino además totalmente tolerado y legitimado. Séneca contemplaba el hecho de ahogar a los niños en el momento del nacimiento como algo provisto de razón, y, por supuesto, la idea de que debiera mantenerse la vida de un hijo no deseado provocaba una repulsa directa. Al respecto, debe recordarse que Tácito censuró como una práctica <em>"siniestra y perturbadora"</em> el que los judíos condenaran como <em>"pecado el matar a un hijo no deseado"</em> (Historias, 5, 5). No se trataba, desde luego, de excepciones. Platón (República, 5) y Aristóteles (Política 2, 7) habían recomendado el infanticidio como una de las medidas políticas que debía seguir el Estado.<br />Los planteamientos de las teorías de la Grecia clásica sobre la población tienen un origen naturalista y se desarrollan en torno a idea de la polis justa. Así, la polis justa es aquella que se ajusta al orden natural. Eso quiere decir que existe una estructura ideal de la polis que determina cuántos individuos y de qué características deben componerla.<br />En la ciudad que Platón dibuja en Las Leyes, deben existir 5.040 individuos, que es el múltiplo de 1 x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 x 7. Además es un número que admite hasta 59 divisiones, entre ellas las comprendidas entre el 1 y el 10, lo que le convierte en ideal para establecer todo tipo de repartos proporcionales de población. Obviamente se trata de un tipo de argumentación de fuertes resonancias pitagóricas, muy adecuada a la idea de orden natural.<br />Para mantener el tamaño de la población fijo en esos 5.040 individuos Platón propone que las parejas procuren tener un solo hijo, y si tienen más de uno, que todo el patrimonio lo entreguen a uno sólo “al que les resulte más grato”, y que los demás los entreguen, si son mujeres, para el matrimonio, y si son varones y dan su consentimiento, para su adopción por otras parejas.<br />Platón propone crear “una magistratura con poderes y prestigio extraordinarios que estudiará qué hay que hacer con los hijos que sobren o falten”. Los procedimientos que aplicará esa magistratura son diversos: “control de natalidad para los que tengan hijos en abundancia o, a la inversa, promoción y estimulación del aumento de la natalidad, que se manifestará con recompensas, sanciones o advertencias hechas por los mayores en charlas orientativas a los jóvenes”. Y si el control de la natalidad no sirve para detener el crecimiento, entonces la polis deberá crear colonias para dar salida a su exceso de población.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Ahora vayamos a los recién casados para enseñarles cómo y de qué manera han de engrendrar los hijos; y si tal vez no les convencemos, habremos de amenazarles con ciertas leyes (…). La esposa y el esposo deben proponerse ofrecer a la ciudad los hijos más bellos y mejores que les sean posibles” Platón, Las leyes, libro VI.</span></em><br /><br />Pero la polis justa de Platón no es sólo la que tiene un número adecuado de habitantes sino, como afirma en La República, la que establece procedimientos para procurar que esos habitantes sean los mejores, mediante el estímulo del apareamiento y la procreación de los más perfectos, y la evitación de la procreación, incluso mediante el infanticidio, de los peores.<br /><br /><span style="color:#660000;"><em>“Pues bien, tomarán (se refiere a los Organismos nombrados a este fin) a los hijos de los mejores y los llevarán a la inclusa, poniéndolos al cuidado de unas ayas que vivirán aparte, en cierto barrio de la ciudad; en cuanto a los de los seres inferiores – e igualmente si alguno de los otros nace lisiado – los esconderán, como es debido, en algún lugar secreto y oculto” Platón, La República, libro V, 460c)</em><br /></span><br />Como puede verse, en Platón se encuentran ya presentes buena parte de los planteamientos y métodos que se aplicarán al control de la población hasta la actualidad. Aristóteles, en su <em>Política</em>, no hará sino refrendar, aunque de manera más difusa y moderada, los planteamientos de su maestro Platón. Allí justificó el comportamiento homosexual como una decisión política de limitar la población de Creta (Políticos, II, 10). También formula la muerte del ya nacido por el simple hecho de no avenirse a ciertos cánones arbitrários de salud o estética corporales.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Sobre el abandono y la crianza de los hijos, una ley debe prohibir que se críe a ninguno que esté lisiado” Aristóteles, Política, Libro VII, cap XVI.</span></em>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-15501331201359355092009-05-01T00:20:00.000-07:002009-05-01T00:23:10.406-07:003. Esparta y la selección de los niños para la guerra<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0U7z3vaWQeiYy8YNJFa0VRTzatuo7Rlh2OjfUxIbPfhddWXN5FZO-Ij7XpzowpOBlMrMHLcvuXqMFYcftuF_yQTazocuu9NJ4eYcsw7xigCrN8-MURGm9afRp8MxFF9av0O_SMcV1qWA/s1600-h/guerra.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330752613923093090" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 188px; CURSOR: hand; HEIGHT: 283px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0U7z3vaWQeiYy8YNJFa0VRTzatuo7Rlh2OjfUxIbPfhddWXN5FZO-Ij7XpzowpOBlMrMHLcvuXqMFYcftuF_yQTazocuu9NJ4eYcsw7xigCrN8-MURGm9afRp8MxFF9av0O_SMcV1qWA/s400/guerra.jpg" border="0" /></a>Esparta fue originalmente una ciudad aquea del interior, es decir, no costera. En la Era Micénica tuvo mucha importancia, pero luego cayó en un largo período de oscuridad al ser tomada por los dorios. Entre 1100 y 800 a.C. se levantó y llegó a ser la soberana dentro de la región de Laconia.<br />En esta ciudad, los únicos ciudadanos con derecho eran los dorios conquistadores, que tomaron el nombre de espartanos. Exentos de las tareas agrícolas se dedicaban al gobierno, a la caza y al entrenamiento militar y deportivo. El comercio quedaba a cargo de los periecos, hombres libres pero sin poder político. La gran mayoría de la población eran los ilotas o esclavos, tratados cruelmente y carentes de derechos. De hecho, una vez al año se les golpeaba en forma brutal sin causa aparente, y cuando se consideraba que habían crecido mucho en cantidad, los asesinaban durante la noche, acto que recibió el nombre de criptia.<br />En la cúspide del gobierno de Esparta había dos reyes (diarquía), con funciones militares y religiosas. Pero el poder real estaba en manos de un Senado de 28 ancianos ilustres (todos mayores de 60 años), llamado gerusía.<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjX_BzTRAmfZtmNGPfkTbQljEI0TomXsQd-o3O7d2lY-AIoH_ooCTAPeIa5n1wkWt6XZEizjb4j_0_62xOevofD8SC_XhIALAA8r40MDEew8fBE5X0HUGdUUegjuxIc0nYHFWD-UnyD1o/s1600-h/taigeto.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330752504452710018" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 163px; CURSOR: hand; HEIGHT: 135px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjX_BzTRAmfZtmNGPfkTbQljEI0TomXsQd-o3O7d2lY-AIoH_ooCTAPeIa5n1wkWt6XZEizjb4j_0_62xOevofD8SC_XhIALAA8r40MDEew8fBE5X0HUGdUUegjuxIc0nYHFWD-UnyD1o/s400/taigeto.jpg" border="0" /></a>El monte Taigeto era el lugar donde los Espartanos celebraban sus famosas fiestas dionisíacas, en honor a Dionisio, dios del campo, así como los misterios ceremonias de culto secreto y complicado ritualismo popular.Desde éstas cumbres los terribles Espartanos arrojaban a todos aquellos niños que al nacer denotaban una complexión débil<br />Esparta era básicamente una ciudad guerrera, siempre lista para combatir. Los niños eran el blanco de la preparación militar, y al nacer, si no eran sanos, se les abandonaba y dejaba morir. A los siete años los separaban de su madre y se les daba crianza en cuarteles, enseñándoles a sobrevivir en medio de la nada y sin alimentos. Al llegar a la edad adulta se convertían en las “murallas de Esparta”, ya que la ciudad carecía de fortificaciones<br />En cuanto a la mujer, podemos decir que su principal misión era dar al Estado hijos sanos y fuertes.<br />Esparta, luego de la Guerra del Peloponeso, se convirtió en la potencia dominante en Grecia; pero también proyectó un tipo de vida cruel y hostil.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Al recién nacido, no estaba autorizado su progenitor para criarlo, sino que, cogiéndolo, debía llevarlo a cierto lugar llamado lésche, en donde, sentados los más ancianos de los miembros de la tribu, examinaban al pequeño y, si era robusto y fuerte, daban orden de criarlo, tras asignarle un lote de los nueve mil; pero si esmirriadi e informe, lo enviaban hacia las llamadas “apótetas” (el término significa “lugar de abandono”), un lugar barrancoso por el Taígeto, con base en el principio de que, ni para uno mismo ni para la ciudad, vale la pena que viva lo que, desde el preciso instante de su nacimiento, no está bien dotado ni de salud ni de fuerza” Plutarco, Vidas paralelas. Licurgo.</span></em></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-69682701871387706552009-05-01T00:19:00.001-07:002010-10-04T08:57:19.782-07:004. El desprecio a la mujer y a la infancia en Roma<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN7p0MJcULQbkeDIWIQ3jrUxqRo_nsxF5orsBJLDtQ7fJhyphenhyphen_ogOHRMh8SLszQ5Z-P6NmBzBEIAzciJiXKdCipGxYc6xFg6MpLSnkidx2MYziq38jhGRz33BaoCGufXVblahHAhKPcgH_Q/s1600/roma.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524220387448151922" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 268px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN7p0MJcULQbkeDIWIQ3jrUxqRo_nsxF5orsBJLDtQ7fJhyphenhyphen_ogOHRMh8SLszQ5Z-P6NmBzBEIAzciJiXKdCipGxYc6xFg6MpLSnkidx2MYziq38jhGRz33BaoCGufXVblahHAhKPcgH_Q/s400/roma.jpg" border="0" /></a>En los tiempos de la creación de Roma el hombre era el fundamento de la sociedad, por eso se practicaba la eugenesia femenina, es decir, el asesinato de niñas recién nacidas, conservándose únicamente la primogénita, como todavía se hace en muchas sociedades primitivas. Los matrimonios se llevaban a cabo bajo acuerdo de palabra entre los padres, a los doce años para las niñas y los catorce para los muchachos. Este tipo de matrimonio sería un mero acuerdo entre familias, el amor quedaría excluido de esta relación puramente comercial, como todavía ocurre en algunas regiones de la India, por ejemplo. De esta forma, la mujer pasaba de la autoridad del padre, a la del marido. Pero al margen de éste, había un matrimonio religioso (confar Reatio) y venta ficiticia (por coemptio) e incluso un matrimonio por uso, por cohabitación de más de un año.<br />Por supuesto, los niños abandonados o muertos tras nacer pertenecían a ambos sexos, pero, de manera ostentosamente preferente, este triste destino recaía en las mujeres o los enfermos. [...] Recientes excavaciones han dejado de manifiesto que de las docenas de niños arrojados a la muerte en una ciudad mediterránea de la época la inmensa mayoría eran mujeres. Que los hombres superaran a las mujeres demográficamente en una proporción de 131 a 100 en la ciudad de Roma y de 140 a 100 en Italia, Asia Menor y África no era sino consecuencia de la nula consideración que se tenía socialmente hacia el sexo femenino. ¿Acaso podía ser de otra manera cuando era rara la familia que aceptaba en su seno más de una hija? De acuerdo con un estudio arqueológico realizado por Lindsay, de seiscientas familias estudiadas en una de las ciudades del imperio solo seis -es decir, el 1 por 100- contaba con más de una hija. [...]<br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong><span style="color:#660000;">Esclavismo en Roma<br /></span></strong><br />Los esclavos en Roma no tenían derechos y eran posesión de sus amos. El esclavismo era toda una institución social en Roma. No fue un esclavismo de raza, como sí lo sería siglos después. En Roma cualquiera podía ser esclavo; la fuente de esclavos provenía sobretodo de pueblos conquistados, pero también de delincuentes u otra gente que fuera degradada a esa clase social por algún motivo. En realidad el esclavismo no era más que la clase social más baja. Y como toda clase, también era posible ascender a veces comprando la propia libertad, o simplemente por el deseo expreso del amo que se formalizaba con el acto de manumisión, un privilegio exclusivo de todo propetario que convertía al esclavo en liberto (ex-esclavo liberado).</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong><span style="color:#660000;">Aceptación o abandono</span></strong><br /><br />El nacimiento de un romano no se limitaba a ser un hecho biológico. Los recién nacidos no eran aceptados en sociedad sino en virtud de una decisión del jefe de familia, la anticoncepción , el aborto, la exposición de niños de origen extraconyugal y el infanticidio del hijo de una esclava era prácticas usuales y legales. (Estas prácticas serían mal vistas e ilegales con la difusión del esoterismo: doctrina filosófica griega que sostenía el dominio de la razón sobre las pasiones).<br />En Roma no se decía que un ciudadano tenía un hijo, sino que lo tomaba o acogía. El padre inmediatamente después de nacido su hijo, debía levantarlo del suelo, donde lo había depositado la comadrona, para tomarlo en brazos y manifestar así que lo reconoce como suyo y rehúsa a exponerlo.<br />La criatura a la que su padre no levantaba, se vería expuesto ante la puerta del domicilio o en algún basurero público y lo podía recoger quién lo deseara.<br />También era práctica usual exponer o ahogar a los niños malformados, bajo el criterio de "Hay que separar lo bueno de lo que no sirve para nada" como postulaba Séneca.<br />El abandono de hijos legítimos se podía deber a la miseria o a la política matrimonial. Los pobres abandonaban a los hijos que no podían criar y los otros pobres (lo que hoy podríamos considerar clase media) exponían a los suyos para no verlos "echados a perder" por una educación mediocre, es decir, preferían concentrar sus esfuerzos y sus recursos en un número reducido de descendientes.<br />* En las provincias orientales algunos campesinos se repartían los vástagos, es decir si un matrimonio habiendo llegado al límite de bocas que alimentar, concebían más hijos, éstos eran dados a familias vecinas que los adoptaban considerándolos como sus hijos y a su vez, futuros trabajadores.<br />Otra razón por la cual se abandonaban a los niños en las familias adineradas era porque podían significar futuras disputas por sucesión testamentaria.<br />Eran muy escasas las posibilidades de que los niños expuestos sobrevivieran; los ricos no los querían volver a ver, sin embargo los menesterosos (más carenciados), hacían lo posible para que el neonato fuera aceptado. Muchas veces, las esposas a espaldas de sus maridos, encomendaban a la criatura a alguna familia vecina o esclava quién lo cuidaba en secreto, y luego con el tiempo se convertiría en esclavo o liberto (esclavo al que se le concedía la libertad).<br />Los señores podían no reconocer a un niño si sospechaba que su esposa le había sido infiel.<br />Los bastardos adoptaban el nombre de la madre, ya que no había reconocimiento paterno; mientras que los libertos adoptaban el nombre del amo que le concedió la libertad.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">Natalidad y anticoncepción.<br /></span></strong><br />El aborto y la anticoncepción eran prácticas usuales e Roma, carecía de importancia el momento biológico en el que la madre se desembarazaba de un futuro hijo que no deseaba tener.<br />El recurso a métodos de anticoncepción está demostrado en todas las clases sociales. Se utilizaban distintas medidas desde uniones en las que se evita la concepción, la esterilización por drogas o el lavado después del acto, todas estas prácticas dependían de la mujer.<br />No se han encontrado referencias de coitus interruptus (eyaculación fuera de la vagina).<br />Por último, la ley otorgaba privilegios a las mujeres que tenían 3 hijos, ya que consideraba que había cumplido con su deber.<br /><br /><span style="font-size:78%;">Fuente:"Histoire de la vie priveè". Philippe Ariès-George Duby. 1985 (Historia de la vida privada)<br />Capitulo 1 "Desde el vientre materno hasta el testamento" Pag: 22-43</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-78808571011238215362009-05-01T00:16:00.000-07:002009-05-01T00:18:58.103-07:005. Las culturas prehispánicas<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEij8gDG0AgDtOdzOPyyadTWJw84CZgzsQ6LUtIWvx1JeFFs6xnofiYTxkbz-eKxcxGOvtlj07BstuLEgvG_deTQnrsAzy10eD6p4chxhSnGr9BP6jEKJc69vD7bIu0rj9aWBsz3IRcjS-M/s1600-h/otras_aztecas_sac.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330751599258475650" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 288px; CURSOR: hand; HEIGHT: 211px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEij8gDG0AgDtOdzOPyyadTWJw84CZgzsQ6LUtIWvx1JeFFs6xnofiYTxkbz-eKxcxGOvtlj07BstuLEgvG_deTQnrsAzy10eD6p4chxhSnGr9BP6jEKJc69vD7bIu0rj9aWBsz3IRcjS-M/s400/otras_aztecas_sac.jpg" border="0" /></a>De acuerdo con la cosmovisión indígena, el dios Huitzilopochtli necesitaba ser alimentado todos los días para poder seguir iluminando al pueblo por el escogido. El único alimento que se podía ofrendar a este dios era la sangre humana, razón por la cual los aztecas hicieron de la guerra su mayor preocupación con el objetivo de obtener prisioneros para el sacrificio ritual. El pueblo que más sufrió las consecuencias de esta costumbre fue el de los tlaxcaltecas lo cual explica en importante medida el odio que éstos sentían hacia los aztecas. El sacrificio humano se realizaba sobre los altares de los templos, donde generalmente se extraía el corazón del prisionero aún con vida. También se empleaban el flechamiento y el sacrificio gladiatorio, donde la víctima se enfrentaba a cuatro guerreros aztecas. Este último era un honor reservado a los prisioneros más valerosos. La sangre del sacrificado era juntada en grandes piedras cóncavas, llamados tazones por los españoles, hasta coagular. Los tazones estaban ubicados al lado de las imágenes de las deidades. En tanto, los cráneos de los muertos eran ensartados en lanzas de madera que se colocaban en hileras en el tzompantli, para así dar testimonio del fervor de los aztecas hacia sus divinidades.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Cuatro sacerdotes aferraban a la víctima y la arrojaban sobre la piedra de sacrificios. El Gran sacerdote le clavaba entonces el cuchillo debajo del pezón izquierdo, le abría la caja torácica y después hurgaba con las manos hasta que conseguía arrancarle el corazón aún palpitante para depositarlo en una copa y ofrecérselo a los dioses. Después, los cuerpos eran lanzados por las escaleras de la pirámide. Al pie, los esperaban otros sacerdotes para practicar en cada cuerpo una incisión desde la nuca a los talones y arrancarles la piel en una sola pieza. El cuerpo despellejado era cargado por un guerrero que se lo llevaba a su casa y lo partía en trozos, que después ofrecía a sus amigos, o bien éstos eran invitados a la casa para celebrarlo con la carne de la víctima. Una vez curtidas, las pieles servían de vestimentas a la casta de los sacerdotes”.<br />Mientras que los jóvenes de ambos sexos eran sacrificados así por decenas de miles cada año, pues al principio establecía que la ofrenda de corazones humanos a los dioses debía ser ininterrumpida, los niños eran lanzados al abismo de Pantilán, las mujeres no vírgenes eran decapitadas, los hombres adultos, desollados vivos y rematados con flechas… Algo menos sanguinarios eran los incas, los otros invasores que habían esclavizado a los indios del sur, a lo largo de la cordillera de los Andes. Como recuerda un historiador: “los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía, una epidemia. Las víctimas, a veces niños, hombres o vírgenes, eran estranguladas o degolladas, en ocasiones se les arrancaba el corazón a la manera azteca”.<br />Victorio Mesori. Leyendas negras de la Iglesia.</span></em> </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-80953649986137548162009-05-01T00:15:00.000-07:002012-07-03T15:50:32.193-07:005.1. Sacrificios humanos en la América Prehispana<b>Arqueólogos mexicanos confirman sacrificios humanos de los mayas</b>
<br />
<div align="justify">
<span style="color: blue;"><i>La incógnita ha sido fuente constante de
controversias: ¿Fue la práctica de sacrificios humanos de aztecas y mayas tan
generalizada y horrible como dicen los libros de historia? ¿O acaso los
conquistadores españoles exageraron la nota para enfatizar el carácter primitivo
de los indígenas?</i> </span></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqpTzTtzlpXAmVv8S94qJUdDg0dwV0RC3bK0VLiCTxHfhkKiE1J8QUQ3y-7cy_mi9FY_8sdjH4HC-4dlzheOEd_uSGb8L7a_jq-FYjY3KvzQmd9_v6VgEE0Lk0tERQmlWr4wIHcEZcZwM/s1600/sacrificios+humanos+azteca.png" imageanchor="1" style="clear: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqpTzTtzlpXAmVv8S94qJUdDg0dwV0RC3bK0VLiCTxHfhkKiE1J8QUQ3y-7cy_mi9FY_8sdjH4HC-4dlzheOEd_uSGb8L7a_jq-FYjY3KvzQmd9_v6VgEE0Lk0tERQmlWr4wIHcEZcZwM/s320/sacrificios+humanos+azteca.png" width="222" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Sacrificio ritual azteca</td></tr>
</tbody></table>
<div align="justify">
(<i>AP</i>) En años recientes, los arqueólogos han descubierto
numerosas evidencias físicas que corroboran las versiones españolas en
sustancia, si no en cifras. Utilizando técnicas forenses ultramodernas, los
arqueólogos están demostrando que los sacrificios prehispánicos solían
involucrar niños y una amplia gama de métodos brutales. </div>
<br />
<div align="justify">
Durante décadas, muchos investigadores suponían que las
versiones españolas de los siglos XVI y XVII eran resultado de prejuicios para
denigrar las culturas indígenas. Otros argumentaban que los sacrificios
involucraban mayormente a los enemigos capturados. Aun otros admitían que los
aztecas eran sangrientos, pero creían que los mayas no lo eran tanto. </div>
<br />
<div align="justify">
"Ahora tenemos la evidencia física para corroborar los
antecedentes escritos y gráficos", dijo el arqueólogo Leonardo López Luján.
Recordó que "algunas corrientes 'proindígenas' siempre habían negado que
ocurriera eso. Decían que probablemente los textos mentían". </div>
<br />
<div align="justify">
Los españoles probablemente exageraron el número de víctimas
para justificar una guerra supuestamente justa contra la idolatría, dijo David
Carrasco, experto en religiones de Mesoamérica en la Escuela de Religión de
Harvard. Pero ya prácticamente no quedan dudas sobre la naturaleza de las
matanzas. Los textos pictográficos indígenas conocidos como "códices", al igual
que las versiones españolas de la época, atribuyen a indígenas la descripción de
formas múltiples de sacrificios humanos. </div>
<br />
<div align="justify">
A las víctimas les seccionaban el corazón o las decapitaban;
las acribillaban a flechazos, las desgarraban, les cortaban en pedazos, las
aplastaban, despellejaban, enterraban vivas o las arrojaban desde lo alto de los
templos. Se mencionaba con mucha frecuencia los sacrificios de niños, en parte
porque se los consideraba puros e impolutos. </div>
<br />
<div align="justify">
"Mucha gente decía 'No podemos confiar en estos códices porque
eran los españoles los que describían todas estas cosas horribles´, lo que a la
larga estamos confirmando", dijo Carmen Pijoan, antropóloga forense que halló
algunas de las primeras evidencias directas de canibalismo en una cultura
preazteca hace más de una década: huesos con marcas de cortes como para
carnicería. </div>
<br />
<div align="justify">
En diciembre, en una excavación de la comunidad de Ecatepec, al
norte de la capital mexicana, la arqueóloga Nadia Vélez Saldaña dijo haber
hallado evidencias de un sacrificio humano vinculado al dios de la muerte. </div>
<br />
<div align="justify">
"El sacrificio involucraba quemar total o parcialmente las
víctimas —dijo Vélez—. Hallamos un pozo funerario con los esqueletos de cuatro
niños parcialmente quemados, y los restos de otros cuatro completamente
carbonizados". Si bien los restos no revelan si las víctimas fueron quemadas
vivas, hay representaciones gráficas de personas —aparentemente vivas— a quienes
las sostienen mientras las queman. </div>
<br />
<div align="justify">
El pozo reveló otras pistas que ratifican las descripciones de
inmolaciones del códice de Magliabecchi, una representación pictográfica pintada
entre 1600 y 1650 que incluye órganos humanos en platos de cocina, y comensales
alrededor comiendo ante la vista del dios de la muerte. </div>
<br />
<div align="justify">
"Hemos hallado platos similares —dijo el arqueólogo Luis Manuel
Gamboa—. Y junto a esqueletos completos hallamos algunos huesos humanos
incompletos, segmentados". Sin embargo, los investigadores no saben si esos
restos son vestigios de canibalismo. </div>
<br />
<div align="justify">
En el 2002, el arqueólogo del gobierno Juan Alberto Román
Berrelleza anunció los resultados de exámenes forenses a los huesos de 42 niños,
en su mayoría varoncitos de unos 6 años, sacrificados durante una sequía en el
Templo Mayor de la Ciudad de México, el principal centro religioso azteca. </div>
<br />
<div align="justify">
Todos compartían una característica: caries avanzadas, abscesos
o infecciones óseas suficientemente dolorosas como para hacerlos llorar. </div>
<br />
<div align="justify">
"Se consideraba un presagio propicio que llorasen mucho en el
momento del sacrificio" que probablemente se ejecutaba degollándolos, precisó
Román Berrelleza. </div>
<br />
<div align="justify">
Los mayas, cuya cultura floreció más al este unos 400 años
antes de que los aztecas fundasen la ciudad de México en 1325, tuvieron una
propensión similar a las inmolaciones, escribió el antropólogo David Stuart, de
Harvard, en un artículo en el 2003. </div>
<br />
<div align="justify">
A fines del siglo XIX y principios del XX, "los primeros
investigadores trataron de establecer una distinción entre los mayas 'pacíficos'
y las culturas 'brutales' del centro de México", escribió Stuart. "Incluso
trataron de afirmar que los sacrificios humanos eran inusuales entre los mayas".
</div>
<br />
<div align="justify">
Pero en tallas y en pinturas murales, dijo, "hemos encontrado
más y mayores similitudes entre los aztecas y los mayas", incluyendo una
ceremonia maya en la que un sacerdote de atuendo grotesco arranca las entrañas
de una víctima atada y aparentemente viva. </div>
<br />
<div align="justify">
Algunos textos de la era española todavía no han sido
corroborados con el descubrimiento de restos físicos. Describen a sacerdotes
aztecas sacrificando niños y adultos encerrándolos herméticamente en cuevas o
ahogándolos. Pero ahora se supone que los textos son fidedignos, dijo López
Luján, que también trabaja en las excavaciones del Templo Mayor. </div>
<br />
<div align="justify">
Para López Luján, la confirmación se ha concretado en forma de
pruebas químicas avanzadas en los pisos de estuco de los templos aztecas, donde
se hallaron vestigios de hierro, albúmina y material genético consistente con la
sangre humana. </div>
<br />
<div align="justify">
"Ahora es cuestión de cantidad", dijo el arqueólogo, quien cree
que los españoles —y los escribas indígenas que trabajaban bajo su control—
exageraron el número de las víctimas de sacrificios. En un caso dicen que 80.400
personas fueron sacrificadas en la inauguración de un templo en 1487. </div>
<br />
<div align="justify">
"No hemos hallado nada ni remotamente parecido... aunque le
agregásemos algunos ceros", afirmó López Luján. </div>
<br />
<div align="justify">
Los investigadores han descartado en gran medida la vieja
teoría de que los sacrificios y el canibalismo se debían a una escasez de
proteínas en la dieta azteca, aunque algunos siguen creyendo que puede haber
sido un método de control de población. </div>
<br />
<div align="justify">
Las culturas prehispanas creían que el mundo se acabaría si no
se efectuaban sacrificios. Por otra parte las víctimas propiciatorias solían ser
tratadas como dioses antes de su inmolación. "Para nosotros es muy difícil
concebirlo —dijo Pijoan sobre los sacrificios—. Casi era un honor para
ellos".</div>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-12068749932119748832009-05-01T00:14:00.002-07:002010-10-04T09:03:57.225-07:006.1. El Infanticidio: evolución histórica<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicse66ylE5nLLHykdVgCN7-6nY3ZknQWqDq9dZv1cmHLZ_yjIyXHvAhH9kIm_hSio4FGsSjZmOKT_qMLO9LDa0bokY5UMI41TTxudrisZceFEsWdl2KsZDHrAA-BbY4VOsBgZoDoTE0u0/s1600/Matanza_inocentes_poussin.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524221180809232514" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 272px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicse66ylE5nLLHykdVgCN7-6nY3ZknQWqDq9dZv1cmHLZ_yjIyXHvAhH9kIm_hSio4FGsSjZmOKT_qMLO9LDa0bokY5UMI41TTxudrisZceFEsWdl2KsZDHrAA-BbY4VOsBgZoDoTE0u0/s320/Matanza_inocentes_poussin.jpg" border="0" /></a>A lo largo de la historia el infanticidio ha sido una práctica tradicional de diferentes culturas. Fue practicado tanto por los fenicios, los cartagineses así como los romanos y los chinos.<br />En la actualidad, en los países con mayores poblaciones del mundo, China e India, donde esta legalizado el aborto, la coincidencia de tres situaciones, los avance médicos que permiten determinar el sexo del futuro hijo, la situación de legalización del aborto y una 'preferencia cultural' por los hombres – habría que determinar si esto corresponde a un tipo de machismo-, ha llevado a que el número de mujeres disminuya y sean mas abortados embriones y fetos femeninos. Particularmente en la India, investigadores calculan que de 1985 a 2005, 10 millones de posibles futuras mujeres han sido selectivamente abortadas. El censo de 2001 en la India reveló que “faltaban” cincuenta millones de mujeres, yendo en contravía a la tendencia mundial donde el número de mujeres supera ligeramente al de hombres. Se dice en la India "es más probable que un bebé no llegue a nacer si es una niña". Por otra parte, la aplicación de la política de un solo niño en China en 1979, incrementó la población masculina pues llevó a que aumentara la proporción del sexo masculino, pues los padres intentaban engañar y evitar la ley mediante el aborto preferencial o el abandono de las hijas no deseadas.<br />En consecuencia, en la India está prohibido realizar ecografías para determinar el sexo del feto, pues, dado que el aborto es legal, muchas mujeres se ven obligadas a abortar si el feto es una niña porque, supuestamente, “una hija no podrá cuidar de sus padres cuando envejezcan, porque será la causa del empobrecimiento de la familia al tener que pagar una dote en su boda, porque será considerada un huésped en su propia casa hasta el día en que la abandone para casarse, porque el prestigio de la madre y su posición en la familia sólo se verán consolidados si el que nace es un varón o porque se cree que son los varones quienes pueden realizar los ritos funerarios por sus padres.” El aborto e infanticidio selectivo hacia futuras mujeres, podría tener una influencia en la relación hombres-mujeres que se elevó de 117:100 según datos del 2002.<br />Fuera de estos dos países, no se han reseñado otros casos significativos de países donde el aborto tenga tales implicaciones discriminatorias sobre las mujeres donde preferencialmente fetos o embriones de sexo femenino sean abortados (Sex-selective abortion) o bebes mujeres recién nacidas sean abandonadas y discriminadas en razón a su sexo.<br /><br />Sobre el infanticidio se puede decir que de hecho en las sociedades preindustriales, debido a los peligros que afrontaban las madres al practicar el aborto, las mujeres preferían muchas veces destruir al recién nacido en vez del feto y que el infanticidio de hijos legítimos e ilegítimos se practicó normalmente en la antigüedad, que el de los hijos legítimos se redujo sólo ligeramente en la Edad Media, que se siguió matando a los hijos ilegítimos en Europa hasta entrado ya el siglo XIX, que el infanticidio se practicó sobre los niños con defectos congénitos y más sobre las niñas. Las principales víctimas eran los niños fruto de uniones ilícitas, irregulares y transitorias, los hijos de «madres solteras» y prostitutas.<br />En la mayoría de los casos los infanticidios no se cometían por métodos directos tales como estrangular al recién nacido, ahogarlo, abandonarlo o golpear su cabeza sino por métodos indirectos tales como dejarlos morir de hambre lentamente, descuidarlos física y psicológicamente y permitir que ocurran «accidentes». Es posible que la forma más corriente de infanticidio fuera simplemente no dar alimento al niño por descuido o deliberadamente. En todas las sociedades, como en la europea de los primeros siglos de la Edad Media, siempre operaron factores de selección u omisión en detrimento de las niñas, a las que no se daba gran valor en esas sociedades predominantemente militares y agrícolas, y sobre los minusválidos y retrasados mentales, que eran considerados como engendros, criaturas de otro poderoso enemigo de los niños, el Demonio, ya fueran ilegítimos o legítimos.<br />A las niñas se las valoraba en muy poco, y las instrucciones de Hilarión a su esposa Alis (I a. C) son típicas en cuanto a la franqueza con que se hablaba de estas cosas: « Si, como puede suceder, das a luz un hijo, si es varón consérvalo; si es mujer, abandónala». Consecuencia de ello fue un notable desequilibrio con predominio de la población masculina característico de Occidente hasta bien entrada la Edad Media, época en que probablemente se redujo mucho el infanticidio de hijos legítimos. Tener dos hijos no era raro, tres se daban de cuando en cuando, pero prácticamente nunca se criaba a más de una hija. El infanticidio de hijos ilegítimos no influye en la tasa de masculinidad de la población, puesto que generalmente son víctimas los niños y las niñas.<br />En la Antigüedad los niños eran arrojados a los ríos, echados en muladares y zanjas,»envasados» en vasijas para que se murieran de hambre y abandonados en cerros y caminos. En la Edad Media europea algunas veces se practicaba el lanzamiento del niño fajado. Los médicos se quejaban de que los padres rompían los huesos a sus hijos pequeños con la «costumbre» de lanzarlos como pelotas. Las nodrizas decían a menudo que los corsés, en que iban embutidos los niños eran necesarios porque sin ellos no se les podía « lanzar de un lado a otro». Los médicos denunciaban también la costumbre de mecer violentamente a los niños pequeños « que deja a la criatura atontada para que no moleste a los encargados de cuidarla». Por esto empezaron los ataques a las cunas en el siglo XVIII.<br />Hasta el siglo IV, ni la ley ni la opinión pública veían nada malo en el infanticidio en Grecia o en Roma. Los grandes filósofos tampoco. Aristóteles escribió: «En cuanto al abandono o la crianza de los hijos, debe haber una ley que prohíba criar a los niños deformes, pero por razón del número de hijos, si las costumbres impiden abandonar a cualquiera de los nacidos, debe haber un limite a la procreación». El se practicaba a todo niño que no fuera perfecto en forma o tamaño, o que llorase demasiado o demasiado poco, o que fuera distinto de los descritos de las obras ginecológicas sobre « Como reconocer al recién nacido digno de ser criado» (Sorano de Efeso), generalmente se le daba muerte.<br />En Roma el infanticidio no fue declarado punible con la pena capital hasta el año 374, con lo cual, por supuesto, no se puso fin a esta práctica cuando el cristianismo pasó a ser la religión del Estado. Posterior a esto fue común la práctica de infanticidio «accidental»: niños asfixiados bajo el peso de los adultos. Aunque las primeras representaciones pictóricas de la cuna datan del siglo XIII, en formas más simples seguramente se venía utilizando desde mucho antes. Desde los comienzos de la Edad Media las leyes y los libros penitenciales dan testimonio de las tentativas de impedir que se abandone a los niños y que se les asfixie echándose sobre ellos en la cama, sea intencionadamente o no; en el siglo IX se dicta la primera prohibición concreta de la costumbre de acostar a los niños en la cama de los padres. El uso de este mueble fue una cuestión de vida o muerte, como se desprende de numerosas amonestaciones de las autoridades eclesiásticas, cuyo objeto era que no se acostara a los niños en la cama de los padres para evitar el riesgo de asfixia bajo el peso de los adultos. En una serie de esas exhortaciones que se extienden a lo largo del siglo XIII, varios obispos instaban a que se mantuviera a los niños en la cuna por lo menos hasta la edad de tres años.<br />Como la ceremonia del bautismo representaba también la recepción del niño en la comunidad cristiana, este precepto, y la insistencia del bautismo público en una iglesia quizá tuvieran por objeto asimismo acabar con las prácticas encaminadas a lograr que el niño no pudiera sobrevivir.<br />El sacrificio ritual de los niños fue costumbre entre los celtas de Irlanda, los galos, los escandinavos, los egipcios, los fenicios, los moabitas, los amnonitas y en determinados períodos los israelitas. Incluso en Roma, el sacrificio de niños se practicaba clandestinamente. Plinio el Viejo habla de hombres que trataban de conseguir « el tuétano de la pierna y el cerebro de los niños pequeños». Los griegos y los romanos eran en realidad una isla en un mar de naciones que seguían sacrificando niños a los dioses, práctica a la que los romanostrataron en vano de poner fin.<br />El abuso sexual de los niños y jóvenes es una constante en la historia. Las sociedades basadas en la esclavitud y la servidumbre abusaron sexualmente de niñas y niños.<br />En Roma antigua un hombre libre podía elegir entre las esclavas nacidas bajo su techo a una joven y liberarla y educarla para que fuese su concubina. Nada más alcanzar los doce años, recibía la condición legal de concubina, de la misma manera que a esta edad, la joven nacida libre y comprometida por su padre antes de los doce años, recibía el estatus legal de esposa legítima.<br />Ya bajo la influencia del cristianismo con arreglo al derecho canónico, las edades mínimas para contraer matrimonio eran los doce años para las muchachas y los catorce para los chicos, y parece que muchos se casaban o al menos se prometían más jóvenes. La expectativa de vida en esas sociedades estaba entre los treinta y los cuarenta años de edad.<br />Las prácticas sexuales basadas en el poder llevaron a los romanos a crear un conjunto de reglas que establecía distinciones en lo relativo al amor entre los hombres. Los amos utilizaban lo mismo a las niñas que a los niños que de ellos dependían, y además los autores cristianos nos cuentan que los niños expuestos a este tipo de abusos eran criados para ser prostituidos desde muy temprana edad. Los romanos, al igual que los griegos, pensaban que en la pederastia la posición pasiva, de amado, debía tener unos límites temporales que empezaban en la pubertad y terminaban más tarde o mas temprano a una edad poco precisa. Esta consideración valía únicamente para los erömenoi que eran ciudadanos. La posición pasiva en las relaciones homosexuales era generadora de infamia para los ciudadanos; era una posición de esclavo, Fue un homosexualismo limitado a la edad.<br />El poder de los amos y señores hizo que no pocas veces cuando un joven esclavo resultaba atractivo y agradable, el amo decidía a veces prolongar esta época de gracia castrándolo, recurriendo para esto a los servicios de los médicos que muchas veces también eran esclavos, o servidores sometidos a los señores: « Ya que en contra de nuestra voluntad - escribía el médico Heliodoro - algunos hombres prepotentes nos obligan a menudo a hacer eunucos.» 94. La otra posibilidad, dice, es ponerlos en un banco y cortarles los testículos. Muchos médicos de la Antigüedad hacen referencia a esta operación, y Juvenal dice que habían de hacerla con frecuencia. En todos los jardines se veía un Príapo, con un gran pene en erección y una hoz que simbolizaba la castración. Y aunque Constantino promulgó una ley contra los castradores, la práctica se extendió tan rápidamente bajo sus sucesores que muy pronto los nobles mutilaban a sus hijos para facilitar su carrera política. Algunos amos querían retrasar lo más posible la aparición de rasgos viriles y de la actividad sexual masculina en sus jóvenes y queridos esclavos , a los que sin embargo no querían castrar. Marcelo, el médico galo del siglo V, da algunas recetas para impedir la madurez sexual. El empleaba medios puramente mágicos y químicos - o mecánicos para impedir la actividad sexual, como la infibulación.<br />La práctica sexual con los niños no era la fellatio, sino la cópula anal. Marcial decía que al sodomizar a un muchacho debe uno «abstenerse de excitar las ingles manoseándolas. La Naturaleza ha dividido al varón: una parte ha sido hecha para las mujeres, otra para los hombres. Usad vuestra parte». En la Antigüedad se decía con frecuencia que la cópula con niños castrados era especialmente excitante: los niños castrados eran los «voluptates» preferidos en la Roma imperial y a los niños se les castraba «en la cuna» y se les llevaba a lupanares para que gozaran de ellos hombres que gustaban de la sodomía con los niños castrados.<br />Pablo de Egina, médico de la llamada medicina bizantina de la sociedad esclavista de Bizancio, describió el método comúnmente utilizado para castrar a los niños pequeños: «Como a veces nos vemos obligados en contra de nuestra voluntad por personas de alto rango a llevar a cabo la operación. Ésta se efectúa por compresión, el niño aún de tierna edad, es metido en una vasija con agua caliente, y después, cuando las partes se ablandan en el baño, hay que apretar los testículos con los dedos hasta que desaparecen».<br />En el Medio Oriente la castración se practicaba a los jóvenes que luego irían a cuidar los harenes de los jefes. En la India todavía se practica entre ciertos jóvenes seguidores de una diosa.<br />En la antigüedad, el niño vivía sus primeros años en un ambiente de manipulación sexual.<br />Esta tradición de castrar a los niños se prolongó hasta los tiempos modernos en Europa ya no sólo con el propósito de abusar sexualmente de los niños sino explotarlos económicamente como sucedió con los famosos cantantes castrati y como práctica médica para «curarles » de diversas enfermedades.<br />La circuncisión masculina como práctica ritual se practicó y se practica todavía en muchas culturas, mucho más que la clitoridectomía. Esta última se practicó en Europa del siglo XIX en un momento en que el terror, incubado en las creencias de ciertos sectores cristianos, a la masturbación femenina estaba en apogeo. Fue a comienzos del siglo XVIII, y como culminación del empeño de controlar los abusos cometidos con los niños, cuando los padres empezaron a castigar severamente a sus hijos por masturbarse y los médicos empezaron a difundir el mito de que la masturbación daba origen a la locura, la epilepsia, la ceguera y causaba la muerte.<br />En el siglo XIX esta campaña llegó a extremos increíbles. Médicos y padres aparecían a veces ante el niño armados de cuchillos y tijeras, amenazándole con cortarle los genitales; la circuncisión, la clitoridectomía y la infibulación se utilizaban en ocasiones como castigo, y se prescribían toda clase de dispositivos restrictivos, incluso moldes de yeso y jaulas con púas.<br />En Occidente, el ataque más brutal al clítoris- la clitoridectomía o extirpación en la práctica nunca se llevó a cabo hasta las famosas y pronto condenadas operaciones antimasturbatorias de la década de 1870.<br />En Europa desde la Antigüedad hasta por lo menos finales del siglo XIX, para explicar dentro de un claro etnocentrismo ciertas diferencias con los otros pueblos, se pensaba que en las mujeres egipcias y, más en general, en las que vivían en climas cálidos, el clítoris era de un tamaño anormalmente grande.<br />Hoy todavía los europeos y las europeas viajan a los países cálidos del Tercer Mundo en busca de turismo sexual.<br />La desfloración femenina se conoció en culturas diferentes a las descritas entre los indígenas prehispánicos colombianos. En la India y en ciertas tribus africanas, las adolescentes eran desfloradas en una ceremonia especial, sirviéndose de una representación simbólica del lingam (pene) de Shiva, un objeto diseñado a propósito para este efecto, o sentándose sobre el lingam de una estatua de Shiva. La ceremonia tenía lugar a menudo ante toda la tribu y era ocasión de grandes celebraciones. En algunas tribus, una mujer ya de edad se encargaba de efectuar la desfloración de las vírgenes.<br /><br /><span style="font-size:78%;">Dr. Hugo Armando Sotomayor Tribín. Médico Pediatra. Profesor de Historia de la Medicina y de Antropología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad Militar «Nueva Granada»</span>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-72279064750013854632009-05-01T00:14:00.001-07:002010-10-04T09:16:02.023-07:006.2. Expositos: los niños abandonados<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhumNImB_TC9Mg05M1rFQAanJUA5gGp08MmDSTZNTHY0gTOtJAyrAjPcWB-BwUD2A1bpZgE3iKeE4xMqIqX1ky8pTR-yrCjMYt3y8fX340CG59wUsr-Bs1oXEd6SSJmUyrZSn_5PawyL2k/s1600/Ni%C3%B1o-en-la-calle.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524223461718050242" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 213px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhumNImB_TC9Mg05M1rFQAanJUA5gGp08MmDSTZNTHY0gTOtJAyrAjPcWB-BwUD2A1bpZgE3iKeE4xMqIqX1ky8pTR-yrCjMYt3y8fX340CG59wUsr-Bs1oXEd6SSJmUyrZSn_5PawyL2k/s320/Ni%C3%B1o-en-la-calle.jpg" border="0" /></a>Hoy no se emplea ya esta palabra, que ha sido sustituida por la de abandonado para referirse al recién nacido del que se ha deshecho la madre, porque ya no existen las casas de expósitos, una institución que resolvía el problema de la maternidad no deseada. La "exposición" de niños, llamada también exposición de parto, difería del "abandono" (menos civilizado, pero que buscaba también desprenderse del bebé sin causarle daño) en que estaba socialmente aceptada y regulada, hasta el punto de que en todas las ciudades importantes había una casa de expósitos; y en las muy populosas, la ley mandaba que hubiese en cada distrito una de estas casas con torno, para tener la mujer la libertad de depositar en él a su hijo sin ser vista por la persona (una monja) que lo recibía.<br />Las casas de expósitos, los hospicios y las maternidades han sido sustituidas hoy por otro género de instituciones en que se descarta la ocultación de la identidad de la madre, porque ha dejado de ser una ignominia la libertad sexual de la mujer no casada, y en consecuencia su maternidad; aunque esta última y el embarazo que la precede no se llevan con el mismo desenfado.<br />Expósito es una forma latina, palabra culta por tanto con la que se ha dado el mejor nombre posible a una realidad bastante dura. Este nombre lo inventaron y lo usaron ya los romanos con el significado que tiene en nuestra lengua. El verbo expono, exponere, expósui, expósitum significa "poner fuera", sacar. Las aplicaciones de este verbo son infinitas, y una de ellas fue la de dejar fuera de la casa (ex pósitus = puesto fuera) al recién nacido no deseado. Esta práctica de la exposición, del simple sacarlo fuera, fue practicada por todos los pueblos con intención de eutanasia, pero con la posibilidad de sobrevivir si a alguien le interesaba la criatura. En la india de los vedas fue muy común. La historia nos cuenta que en Grecia se llegaba más allá, yendo directamente al infanticidio. En Roma al paterfamilias, dueño absoluto de los hijos, el derecho le reconocía como un elemento más de la potestas patria el ius exponendi, es decir el derecho de sacar fuera de la casa, y dejarlo ahí para que se muera o para que alguien lo recoja, al hijo no deseado.<br />La palabra y el concepto del abandono consentido de los hijos han perdurado en nuestra cultura hasta hace menos de medio siglo. El cristianismo le dio una forma más humana para los hijos abandonados, a los que recogió en los hospicios y en las casas de expósitos; y para las madres manteniendo su anonimato. Quedaron sin embargo profundas huellas de la crueldad en que estaba envuelto algo tan grave. La cuerda rompía, como siempre, por lo más flojo. Al no tener estos niños padres conocidos, se les ponían apellidos que delataban su condición de niños abandonados: el más cruel era el ponerles directamente Expósito de apellido. Todavía en 1921 la ley establecía en España que los expedientes para cambiarse el apellido de Expósito por cualquier otro, serían gratuitos. Entretanto se arbitraron otras fórmulas, como fue ponerles a estos niños como apellido el nombre del santo del día, y ya más adelante los apellidos que quisieran ponerles (elegidos arbitrariamente) los responsables del hospicio, que ejercían de tutores suyos.<br />Mariano ArnalUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-20734995779534256772009-05-01T00:07:00.000-07:002009-05-01T00:08:50.699-07:007. El aborto en la historiaPaUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-18721852118085238682009-05-01T00:06:00.000-07:002010-10-04T09:20:50.504-07:007.1. El aborto en la antigüedad pagana y judeocristiana<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgk-0HiSxMCBE7j9PKa2Yj_zXrzxbWJd2GGcf8oPpff1sNT_8n7sVSLS8jG_BIlC5WYBVp3jm5dsfnQ1sTxai7yTCv7NYrAtvAalFObqiEPNBCrewp4oLRowpS5x_RW-lEf1dfqOWci6jU/s1600/aborto16.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524226047926028226" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 253px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgk-0HiSxMCBE7j9PKa2Yj_zXrzxbWJd2GGcf8oPpff1sNT_8n7sVSLS8jG_BIlC5WYBVp3jm5dsfnQ1sTxai7yTCv7NYrAtvAalFObqiEPNBCrewp4oLRowpS5x_RW-lEf1dfqOWci6jU/s320/aborto16.jpg" border="0" /></a>La moralidad del aborto no fue una cuestión que preocupara a la sociedad pagana, tanto griega como romana, pues su práctica fue amplia y frecuentemente admitida, a pesar de algunas corrientes de pensamiento. Los filósofos y juristas de la Antigüedad se preocuparon más que por la naturaleza del embrión humano, por las consecuencias políticas del infanticidio para la salvaguardia de la ciudad. Los pensadores judíos y cristianos prefirieron, mejor que integrar la problemática filosófica en sus razonamientos teológicos, apoyarse en la enseñanza de la Escritura, reveladora del origen de la naturaleza humana, creada por Dios y que ha recibido de Él su principio de vida, su dignidad de ser humano.<br /><br /><span style="color:#660000;"><strong>a) Exposición de los recién nacidos y aborto en el mundo pagano.</strong><br /></span><br />Está muy atestiguada la costumbre de la exposición de los recién nacidos en la sociedad antigua sin plantear ninguna dificultad en los planos éticos o moral. El Derecho romano otorga al padre de familia la facultad de abandonar a un niño después de su nacimiento por motivos que pueden ser de orden social y económico, por ejemplo, la imposibilidad de asumir su educación, o incluso religiosos cuando se le considera maldito o una amenaza para la paz social. En esta materia de la exposición sólo cuenta el criterio del padre que tiene un derecho soberano de vida y de muerte sobre el niño que va a nacer o que ya ha nacido. Los tribunales reconocen al padre igualmente el derecho de acudir a la justicia y obtener una reparación del perjuicio que pudiera haber sufrido en el caso en que se hubiera destruido la vida del niño, o puesta en peligro, sin su consentimiento. Más allá de las disposiciones específicas de la ley a favor del padre o de la madre abandonada por su marido, merece la pena destacar que el hecho en sí mismo no merece ninguna consideración ética. El problema se plantea sobre todo desde el punto de vista demográfico y social, pues la Ciudad puede perder influencia por los efectos de la disminución de la población.<br />La práctica del aborto, a pesar del riesgo que suponía para la mujer, estuvo probablemente muy extendida en la Antigüedad pagana. Esta hipótesis concuerda con el uso general de la exposición de los recién nacidos que acabamos de recordar. El feto carece de un estatuto jurídico, a pesar de que algunos códigos, como el de Solón en el siglo IV, recordados y comentados tardíamente por juristas y médicos romanos como Galeno (siglo II), se muestren hostiles al aborto y prohíban la muerte del feto antes de su maduración. Si exceptuamos algunas escuelas de medicina, como la de Hipócrates (hacia el 460-350 a.C.), que en su Juramento prohíbe taxativamente el aborto – “No introduciré en ninguna mujer un pesario abortivo” –, el recurso al aborto no plantea casi ningún problema moral, incluso él mismo anima a imponerlo como obligatorio cuando es útil para el bien superior de la Ciudad, una de cuyas misiones es la de regular las condiciones del matrimonio y la procreación: “En cuanto a los niños que hay que exponer o dejar crecer, que exista una ley que prohíba dejar crecer a ningún niño deforme; […] es necesario fijar un límite de procreación al número de niños; y si a pesar de estas reglas, se concibe algún niño fuera de estas normas, se debe, antes de que tenga sensibilidad y vida, practicar al aborto”.<br />Los específico de los riesgos es que las consideraciones políticas sobre el feto arrancan de la reflexión sobre el momento de su animación, es decir, sobre el instante en que el cuerpo recibe el alma humana. Platón (427-348 a.C.) distingue dos partes en el alma: la mortal y la inmortal: “En esta residen el conocimiento y el pensamiento”. El hombre tiene dos orígenes, el humano y el divino, es decir, su cuerpo procede de la naturaleza y su alma del mundo de las ideas. La animación es el resultante de la unión del cuerpo orgánico, producto de la reproducción sexual, y el alma divina caída del cielo en un cuerpo que guarda relación con la vida anterior del sujeto, según el principio platónico de la metempsicosis.<br />Aristóteles (384-322) se aparta de su maestro y sitúa el problema de la animación en una perspectiva puramente biológica y filosófica. El alma no es una realidad separada del cuerpo, sino que una y otro – materia y forma – son dos facetas distintas de una única sustancia. Según un principio de estricta proporción entre estos elementos, el embrión recibe sucesivamente un alma vegetativa (vegetal), sensitiva (animal) y espiritual (humana). Las consecuencias éticas de esta animación por etapas, con la que nos vamos a encontrar en diferentes épocas, son evidentemente importantes. Por eso en el Estagirita no se modifica la apreciación moral del control de los nacimientos, puesto que el embrión no ha recibido “la vida y la sensibilidad” que se da en diferentes etapas según el sexo del que va a nacer.<br />En Grecia siempre se consideró al individuo, sea nacido o no, subordinado al bien de la Ciudad. La pequeña extensión de las ciudades obligaba a un severo control de la natalidad para no desestabilizar el equilibrio de sus posibilidades financieras. Ningún derecho, ni siquiera el derecho a la vida, está por encima del interés del Estado. Sin embargo, a contracorriente de las tesis de Platón y Aristóteles pero por motivos semejantes, los estoicos tomaron postura contra el aborto, como un atentado al bien común. No se trataba de defender el carácter personal del embrión, al que por otra parte se le considera como una parte de su madre, sino sobre todo el bien de la Ciudad, pues se considera el aborto como un acto de impiedad contra los dioses.<br />En Roma, numerosas huellas atestiguan la práctica corriente, pero regulada, del aborto. Plutarco (siglo 1 a.C.), oponiéndose resueltamente al infanticidio, se remite a un relato sobre el fundador de Roma para denunciar la ofensa que se le hace al marido cuando una mujer aborta sin su consentimiento. En este juicio sobre el aborto de lo que se está tratando es de la autoridad del padre (patria potestas) que se ejerce sobre todos los componentes del hogar (mujeres, esclavos, hijos). Esta autoridad se extiende a los recién nacidos y a los fetos. La ley de las doce tablas (hacia el 450 a.C.) autoriza al padre a exponer a las niñas y a los recién nacidos con malformaciones. El mismo código prevé sanciones sociales y políticas para los maridos que ordenan o permiten abortar sin verdadera razón a sus esposas.<br />Al final de la República (145-130 a.C.), el ambiente político y social está muy debilitado. Divorcios, adulterios y abortos se multiplican hasta la llegada de la época imperial, que supone al principio de una abierta oposición hacia una práctica que está acelerando la disminución de la población y el declive del Estado. Cicerón (106-143), en nombre de la injusticia para con el padre, los derechos de la familia, de la raza humana y del Estado, apela a la pena de muerte para quienes recurran al aborto deliberado. Dos siglos más tarde, los edictos imperiales de Septimio Severo y de Caracalla intentan frenar esta plaga prohibiendo el aborto a las mujeres casadas. Hay que reforzar la familia y los derechos del Estado contra la poderosa autoridad paterna, oponiéndose al celibato, a la contracepción y al infanticidio, favorecido por los progresos de la ginecología.<br />La condena filosófica del aborto proviene ahora de los estoicos, porque el ser humano debe vivir según la naturaleza y la voluntad divina. En una serie de cinco Discursos sobre el sexo, el matrimonio y la familia, Musonius Rufus, uno de sus representantes, señala los dos fines principales del matrimonio de acuerdo con la naturaleza: crear un lazo de amor entre marido y mujer y transmitir la vida. Es conveniente que se formen familias numerosas y oponerse al infanticidio. Ésta es una ofensa a los dioses y a la naturaleza, pero no al niño, puesto que, para los estoicos, la vida no comienza más que con el nacimiento. El embrión no es por tanto un ser humano, menos aún una persona, sujeto de derechos. Esta idea, como la de toda la Antigüedad pagana en la que la Ciudad es el primer bien que hay que defender, impide reconocer una dignidad intrínseca al niño, incluso después de su nacimiento. Hay que encontrar la expresión y la defensa de esta dignidad en otra tradición que tiene como fuente la Revelación judeocristiana.<br /><br /><span style="color:#660000;"><strong>b) El mundo judío: una excepción en la práctica generalizada del aborto.</strong><br /></span><br />Fuera del castigo que se impone al hombre que, riñendo con otro, en la pelea causara el aborto a una mujer (Ex 21, 22-23), y la prohibición del sacrificio de los niños: “No darás a tus hijos para sacrificarlos a Moloc ni profanarás el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor” (Lev 18, 21), en toda la Escritura no encontramos ninguna condena explícita del aborto ni del infanticidio. Lo que sí aparece es la expresión de un respeto evidente a la vida humana en su comienzo, lo que de hecho excluye el aborto y la exposición de los niños.<br />Esta misma evidencia atraviesa toda la tradición judía, confirmada en el Talmud, un libro que reúne la opinión de los rabinos a través de los siglos. El Talmud contiene numerosas discusiones a propósito de preservativos y abortos provocados por problemas médicos. Se trata de un conjunto de textos, todos alrededor de la misma idea: los judíos tienen la obligación de llenar la tierra para ser testigos de la presencia divina. La vida humana es santa por estar creada por Dios. El hombre debe, por tanto, respetarla bajo todas sus formas y en todas sus etapas. La común aceptación de estos principios generales no impide que en su comentario y traducción de la Sagrada Escritura se formaran dos grandes corrientes al tratarse del feto y de su muerte: la palestinense y la alejandrina.<br />La discusión se centra sobre todo en el comentario de Ex 21, 22-23, en el que se habla de una mujer que pierde su feto accidentalmente al verse envuelta en una pelea entre dos hombres. Según la traducción de los Sesenta, influenciada por la cultura griega, se distinguen dos situaciones según el desarrollo del embrión: si el aborto se produce cuando todavía el embrión no tiene forma (ekeikomismenon), el atentado contra la naturaleza no será castigado sino con una pena pecuniaria: el hombre culpable deberá pagar una multa (v.22). Por el contrario, si el feto está ya formado, se le aplicará al culpable la ley del talión – “ojo por ojo, diente por diente” […] vida por vida” –, porque es un ser humano al que se ha asesinado: el culpable deberá ser castigado con la muerte (v.23).<br />En esa distinción encontramos la persistente huella de las teorías embriológicas de Aristóteles. Numerosos Padres de la Iglesia harán suyas estas teorías, manteniendo la tesis de que el embrión en un primer momento no es un ser humano, sino solamente el término de un cierto grado de desarrollo. El perjuicio afecta, por tanto, al que sufre el feto y no directamente a la mujer. Al judaísmo de Alejandría no le interesa en absoluto, a diferencia de cómo ocurre en el Derecho romano, los derechos del padre, pero sí los del hijo. La reflexión se orienta precisamente a la dimensión moral de un acto que se opone radicalmente a la ley divina de no matar. Se establece una relación entre aborto y su calificación de crimen, algo que ocupará un lugar central en la futura postura cristiana. Se trata de la inmoralidad del acto que consiste en matar a un niño todavía no nacido, y no de las cuestiones legales o técnicas sobre el feto.<br />Otros documentos como los escritos de Flavio Josefa, un historiador judío contemporáneo de Cristo, la Mishnad (conjunto de textos recopilados en el siglo II d.C.), el Talmud (siglo V), atestiguan las diferentes tradiciones teológicas que se habían reunido en el seno de las escuelas palestinenses al abordar la cuestión del aborto. Estos textos se preguntan sobre el feto, su estatuto religioso y legal, las situaciones accidentales o deliberadas en las que acaba con el feto. Hay que distinguir en el debate dos opiniones, igual que en el mundo pagano, sobre la delicada cuestión del momento de la animación del embrión, pero aquí partiendo de la Escritura, y más concretamente de los dos primeros capítulos del Génesis. ¿En qué momento el embrión recibe el alma humana? ¿En el momento de su concepción, durante su desarrollo o cuando nace? La mayoría de los rabinos piensan que la animación del embrión, sea varón o hembra, ocurre a los cuarenta días de la formación del feto. El problema se extiende a otras cuestiones teológicas como son su inmortalidad, o incluso la impureza de la mujer en un aborto involuntario. En este caso la preocupación es exclusivamente cultual: para que se juzgue el nacimiento como válido, y por tanto seguido de purificación, el feto debe estar lo suficientemente formado.<br />Una corriente mayoritaria se apoya en la traducción hebrea del Éxodo (21, 22-23), que difiere claramente de la de los Sesenta: “Si dos hombres al reñir caen sobre una mujer encinta y ésta sufre un aborto pero sin más daños, el culpable pagará la indemnización impuesta por el dueño de la mujer […] Pero si hay otro daño tú pagarás vida por vida”. La opinión de Flavio Josefa es que el daño del que aquí se habla no es el del feto, sino el de la mujer, su marido y la sociedad. El feto no es una persona distinta de la madre, sino una parte de su cuerpo. Por eso se permiten algunos abortos o incluso se les considera obligatorios cuando al vida de la madre corre peligro, a no ser que esté ya fuera del seno materno la mitad del cuerpo o la cabeza (Oholoth 7,6). Desde el momento en que el feto no tiene existencia legal como ser vivo independiente, carece de derechos: “Un niño de un día hereda y transmite […] pero no un embrión”, dice el Talmud de Babilonia (Hullin 58ª).<br />Por el contrario, a contracorriente de la cultura helenistica de la que los judíos de Palestina son conscientes que se separan en este punto, al condena del aborto es absolutamente clara al prohibir la interrupción deliberada del embarazo sin motivos graves: “La ley ordena criar a todo niño y prohíbe abortar a las mujeres […]; a una mujer que aborta se le considera como infanticida, porque destruye un alma y no acrecienta el pueblo”, afirma Flavio Josefa. Los dos argumentos, como antes se dijo, son el reconocimiento de la obra del Creador en el embrión, es decir, la actividad de la presencia divina, y la propagación numérica del pueblo judío que no puede ser amputada de ninguno de sus futuros miembros. Se trata de una reprobación moral que no por eso otorga estatuto jurídico alguno al embrión.<br />Una escuela minoritaria, siempre en Palestina, pero más próxima a la postura alejandrina, encara la cuestión de manera diferente. Incluso admitiendo el aborto por razones terapéuticas, según ella, el feto es legalmente una persona a la que es necesario reconocer derechos jurídicos. El que todavía no ha nacido posee una vida espiritual, la razón y la facultad de alabar a Dios. Un feto que muere en el seno de su madre es una persona muerta, de manera que vuelve impura a su madre como también la casa en la que fue concebido y en la que ha muerto (Yebamoth 7,4). Así interpretan el versículo del Génesis 9,6: “Otro hombre derramará la sangre [que está en el interior del hombre] de quien derrama sangre humana”. Por la expresión “en el interior del hombre” hay que entender al feto en el seno de su madre, concebido como una persona. Quien mate al feto, si no es judío, debe sufrir la pena de muerte.<br />Los judíos no se plantearon realmente el problema del aborto más que cuando entraron en contacto más estrecho con el mundo pagano. La Biblia no plantea, por decirlo así, la cuestión. Esta práctica, tanto la tradición alejandrina como la palestinense, la consideran abominable, pues va contra el respeto debido a la vida que Dios da. La opinión sobre el estatuto legal del feto no es, sin embargo, uniforme, pues depende de los ambientes culturales con los que las escuelas conviven. Unas se fijan en el daño que sufre el feto en función de su grado de desarrollo, las otras se interesan por el perjuicio a la madre y a la sociedad. La discusión versa sobre el aborto accidental o terapéutico, pero no sobre la posibilidad de un aborto deliberado, a no ser en caso de peligro para la madre. Siempre establecen la distinción entre aborto accidental y aborto terapéutico. Aun con esta diversidad de percepción, en el judaísmo se tiende a la severidad del castigo en el aborto accidental. El gran respeto de los judíos por la vida del niño, signo de la bendición de Dios, incluso del no nacido, es una herencia que la teología de los primeros siglos cristianos va a asumir ampliamente.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">c) El testimonio del cristianismo primitivo: los Padres apostólicos.</span></strong><br /><br />Igual que ocurre en el Antiguo Testamento, los Evangelios o las Cartas tampoco abordan directamente la cuestión moral del aborto, o, en términos más técnicos, del estatuto del embrión humano. La actitud de acogida al niño no es sin embargo ajena a la enseñanza de Cristo. Disposiciones del corazón, como las de los niños, se proponen a los discípulos como el camino ejemplar para entrar en el reino de los cielos (Mt 19,14). En la herencia bíblica y filosófica se encuentran los fermentos del debate patrístico, los argumentos de los que se va a alimentar la importante reflexión teológica sobre el origen del alma, el momento de la animación, o incluso la transmisión del pecado original.<br />Del examen de los textos bíblicos se deducen algunas ideas sustanciosas. En primer lugar, un elemento de antropología sobre el que los Padres de la Iglesia fundamentan su concepción del hombre: el ser humano ha sido creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gen 1,26-27). El segundo relato de la creación nos dice, de forma metafórica, el modo como el Señor, tras haber formado el cuerpo del hombre, introduce en él un soplo de vida: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gen 2,7). Numerosos pasajes de los libros proféticos insisten, en segundo lugar, en lo temprano de la llamada de Dios a los hombres que él ha escogido: “Desde el seno de su madre” (Is 44,2; Jer 1,5). Cuando aún no son más que unos embriones; Dios los ha elegido profetas suyos, lo que significa que son seres habitados, aun antes de su nacimiento, por un alma espiritual propiamente humana. los Libros de la Sabiduría son testimonio de un Dios creador, que forma los cuerpos humanos como el artista su obra: “Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el vientre de mi madre […] Tus ojos veían mi embrión” (Sal 138, 13), de un Dios que crea las almas y las infunde en el hombre (2 Mac 7, 22-23; Sab 15-11). Según esta perspectiva, claramente heredada de esta literatura profética y sapiencial, nos encontramos en el evangelista Lucas la manifestación precoz de Juan bautista. Por eso el Precursor reacciona, desde el seno materno, ante la presencia del Salvador en la visita que la Virgen María, encinta de Jesús, hace a su prima Isabel: “Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno” (Lc 1, 44).<br />Estos elementos de la Escritura preceden y encuadran la reflexión de los Padres de la Iglesia y el rechazo del aborto en las comunidades cristianas primitivas, enfrentadas a las prácticas del mundo pagano. La condena de la exposición de los recién nacidos arrojados a las fieras salvajes o el aborto, aparece manifestada claramente en los primeros grandes textos de la literatura cristiana. Los Padres apostólicos, es decir, la primera generación de obispos y teólogos que habían escuchado directamente la predicación de los apóstoles, toman posición en el nivel ético frente a usos que juzgan, con toda evidencia, contrarios al deber cristiano del respeto a la vida, especialmente en su forma más vulnerable, en sus comienzos.<br />La Didajé o Doctrina de los doce apóstoles es un texto fundamental para conocer los primeros tiempos de la vida de la Iglesia. Esta obra de doctrinas morales y de prescripciones eclesiales data del siglo I. De forma un tanto incoherente, organiza la vida litúrgica y disciplinar de la Iglesia naciente. La doctrina de las “dos vías”, que obliga a escoger entre la vía de la vida y la de la muerte (Dt 30, 15-20), sustenta la reflexión moral por la que se condena el aborto bajo dos aspectos: “No matarás con veneno; no matarás de ninguna manera a los niños abortando, o después de su nacimiento” (Didaje 2,2). Se rechaza así directamente la doble práctica pagana del aborto y de la exposición de los recién nacidos por el siguiente motivo: “Ignoran la obra del Creador; asesinos de niños hacen abortar la obra de Dios, rechazando el indigente y acabando con el oprimido” (Didajé 5, 2). Los asesinos de niños, al destruir la obra de Dios, caminan por tanto por la vía de la muerte. Olvidan su condición de criaturas y se convierten en dueños de la vida y de la muerte de otros. En esto radica el mal del que habla la Didajé: el aborto es la manifestación de la sublevación del hombre contra el reinado de Dios sobre su creación. El Dios que da la vida es el único que puede quitarla.<br />La misma enseñanza, con parecida formulación, recoge la Carta de Bernabé de principios del siglo II: “No harás morir al niño en el seno de su madre; no le harás morir al nacer” (19,5). El texto va dirigido a todos los que participan en un aborto: los miembros de la familia, los médicos y las comadronas, a todos “los que no reconociendo a su Creador matan a los niños; por el aborto hacen perecer a las criaturas de Dios” (20,2). Los mismo afirman otros Padres apostólicos, como San Ignacio de Antioquia cuando, camino de su martirio, alienta a las comunidades que ha dejado, o el autor de la Carta a Diogneto, al exhortar con toda energía a los cristianos a no conformarse con las costumbres paganas, a no abandonar a los niños, a respetar incondicionalmente la vida que Dios da y el orden de la creación. Aún no se plantea la cuestión del estatuto y el provenir de los embriones abortados.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">d) Los padres apologistas (siglos II y III)</span></strong><br /><br />En cuanto las primeras comunidades cristianas toman claramente postura contra la inmoralidad de algunas costumbres paganas, se ven obligadas a defenderse de las graves críticas que se les dirigen. Los Padres apologistas tienen así que responder a las acusaciones de canibalismo, incesto y ateísmo de las que las autoridades romanas les acusan. Fundándose en el respeto debido a la vida del feto, Atenágoras refuta, hacia el año 177, el rumor que nace de la incomprensión de la eucaristía y según el cual los cristianos practicarían el asesinato ritual y el canibalismo. ¿Si se excluye totalmente el aborto de un embrión en gestación, cómo iba a ser moral matar a un niño ya nacido? “Para nosotros – dice el apologista griego - , quienes recurren a medios abortivos cometen un asesinato del que tendrán que responder ante Dios. ¿Cómo entonces íbamos a cometer nosotros mismos estos crímenes? No puede considerarse a la vez al feto como un ser vivo del que Dios cuida y matarlo una vez que ha visto la luz del día”. Tres elementos fundamentan la postura cristiana frente al niño que va a nacer: la consideración del aborto como un asesinato, el culpable o el cómplice tendrá que rendir cuentas a Dios, el feto es un ser vivo del que Dios se cuida.<br />La defensa del cristianismo encuentra en Tertuliano (hacia el 160 – 225) una primera figura, el teólogo latino más destacado antes de San Agustín. En su tratado de apologética, Tertuliano se centra en al defensa de las prácticas cristianas cultuales y morales. Él pone las bases fundamentales de la reflexión filosófica y teológica fundamental sobre el estatuto y la naturaleza del embrión humano. Tertuliano considera al feto como un ser humano total, una persona en desarrollo, y no simplemente como una parte de su madre aunque depende a de ella para vivir y crecer. El fundamento de la postura cristiana que prohíbe el aborto, incluso el terapéutico, proviene directamente del mandamiento divino que ordena no matar, respetar toda vida humana: “No matarás” (Éx 20, 13).<br />Frente a la postura estóica para la que la vida comienza con el nacimiento, Tertuliano afirma que impedir el nacimiento de un niño no es otra cosa que un asesinato “más rápido”. En este mismo tratado De anima, de manera conmovedora, el teólogo recurre no a los filósofos o a la ley romana para definir el embrión, sino al testimonio de las madres:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“En esta materia, dice, el mejor enseñante, juez testigo es el sexo al que afecta directamente el nacimiento. Recurro a ti, madre que estás encinta o que ya has tenido hijos; ¡que se callen las mujeres estériles y los hombres!; queremos conocer la verdad de la naturaleza de la mujer; examinamos la realidad de tales dolores. Dinos, ¿es que no sientes ningún movimiento de vida en el feto? ¿Es que no tiemblan tus entrañas, es que no se mueve tu costado, tu vientre no palpita cuando la masa que tú llevas cambia de postura? ¿Es que estos movimientos no son una fuente de alegría y de seguridad de que l niño en tu interior está vivo y goza de buena salud? ¿Y si disminuye su actividad, no te llenas inmediatamente de inquietud?”</span></em><br /><br />Junto a este reconocimiento práctico y muy concreto de la humanidad del feto, Tertuliano se interesa por cuestiones más especulativas respecto a la animación del embrión, particularmente en cuanto al origen del alma y al modo de cómo ésta “se apodera” del embrión. Elabora para ello la tesis, no aceptada por la Iglesia, del “traduccionismo corporalista”. Según Tertuliano, el alma humana es un cuerpo que transmiten los vectores sexuales. Está, por tanto, presente en el embrión desde su concepción. El trasfondo teológico del que depende esta tesis no aceptada está dirigido a alejar a Dios de toda responsabilidad en la transmisión del pecado original, que pasaría, por consiguiente, de generación en generación, a través del engendramiento de los cuerpos animados. Dios no intervendría en la creación del alma, que pasa así a ser un principio material fuera del obrar divino. Ese principio se transmite, lo mismo que el cuerpo, en el acto de la procreación. La animación inmediata del embrión hace de él, sin embargo, un ser humano absolutamente digno de todo respeto.<br />La condena del aborto se refuerza con la amenaza de un castigo divino para quienes hayan destruido al hijo en su seno. Algunos escritos apócrifos, textos tardíos atribuidos a los apóstoles y no incluidos en el canon de las Escrituras, estigmatizan a estas mujeres que “serán engullidas hasta el cuello y condenadas a un terrible castigo. Son las que abortan y destruyen la obra que el Señor había formado. Frente a ellas, habrá un lugar donde se sentarán sus hijos, a los que impidieron vivir”. La supuesta atribución a autores apostólicos añade influencia a estas cartas. El castigo del que se habla es el de la condenación eterna.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">e) La elaboración de la disciplina cristiana respecto al aborto.</span><br /></strong><br />A mediados del siglo III, tanto en las Iglesias de Occidente como en las de Oriente, se califica, con toda claridad, el infanticidio y el aborto como formas de homicidio. No desentona Clemente de Alejandría (hacia el 150-215) cuando afirma en “El pedagogo” que “las mujeres que recurren al aborto matan en ellas no solamente al embrión sino también todo sentimiento humano” (II, 96). La práctica del aborto no parece que, bajo la influencia del mundo pagano, esté ausente de las comunidades cristianas, puesto que las homilías de Orígenes, de Hipólito Romano o de Cipriano de Cartago ponen en guardia seriamente contra aquellos “falsos cristianos” que recurren al aborto. Se plantea la cuestión disciplinaria para quienes han cometido este crimen o han colaborado en él. Los teólogos más importantes alzan su voz reclamando penas severísimas, porque además es necesario alertar a la comunidad cristiana y preservarla de las costumbres paganas que puedan contaminarla.<br />En el primer Concilio de Elvira, en España (hacia 306) se condena, pro primera vez de forma oficial den la Iglesia, a los cristianos que recurren al aborto. En él se prescriben las penas para castigar los pecados más graves que van desde unos años de penitencia a la exclusión definitiva de la comunión eclesial. El canon 63 decreta: “Si una mujer está encinta y, tras haber cometido adulterio en el ausencia de su marido, intenta destruir al niño, es conveniente apartarla de la comunión hasta su muerte, porque ha cometido un doble crimen”. Esta pena, de enorme gravedad, castiga el adulterio y el infanticidio. El castigo afecta sólo a la mujer y no a quienes eventualmente han ordenado o colaborado en el acto. En el 314, el Concilio de Ancira, reunido en Asia Menor, sin cambiar para nada la gravedad del juicio moral sobre el aborto, ablanda la sanción penal y la reemplaza por diez años de penitencia (canon 21), pero extiende la pena también a las mujeres que solamente lo hayan intentado. Dos aspectos están ausentes de la reflexión conciliar: la Iglesia no distingue entre feto formado o no formado; y no hace responsables a quienes eventualmente obligan a la mujer a abortar o a quienes participan en la ejecución del acto.<br />Algunos teólogos, como el capadocio San Basilio de Cesarea (hacia el 330-380), acompañan la sanción canónica con una argumentación moral cuyo centro es el valor sagrado de toda vida humana. El aborto es un crimen además de un pecado; quienes colaboran se convierten en cómplices. A pesar de eso, la gracia de Dios puede suscitar en el corazón del pecador un arrepentimiento sincero que le abra al perdón. Por eso no debe considerarse el aborto como un pecado imperdonable. En Occidente, San Ambrosio de Milán, en su catequesis sobre la creación, condena a “las mujeres de toda especie” que no alimentan a sus propios hijos o los abandonan. Estigmatiza a las ricas que practican el aborto “para no dividir su herencia entre muchos, [y así] rechazan la progenitura presente ya en el seno materno. Al utilizar pócimas criminales, expulsan el fruto de sus entrañas […] De esta forma se les quita la vida incluso antes de habérsela dado” San Ambrosio de Milán. San Jerónimo (342-420) reitera el rechazo moral de las prácticas abortivas a las que, con frecuencia, se añaden otros pecados como el adulterio y el “suicidio” cuando la madre muere (cf. Carta 22, 13). Reintroduce también la distinción entre feto formado y no formado, y concede solamente el estatuto de persona al embrión en un cierto estadio de desarrollo.<br />Entre los Padres de la Iglesia será la postura de San Agustín en su reflexión moral sobre el aborto la que perdurará por más tiempo en Occidente. Esta postura hay que inscribirla en el polémico contexto de los grandes debates sobre el origen de la vida, la transmisión del pecado original y la resurrección de los muertos. El obispo de Hipona se pregunta: ¿Prexiste el alma? ¿Proviene de los padres lo mismo que el cuerpo, y por tanto, cargada con el pecado original? ¿Está creada y la infunde Dios en el momento de la concepción, o se infunde en un instante concreto del desarrollo fetal? ¿Qué ocurre con los embriones humanos abortados? ¿Participan de la resurrección de los muertos, dogma proclamado en Nicea? A estas cuestiones, múltiples y complejas, Agustín da diferentes respuestas, pero el teólogo sigue manteniendo la antigua distinción entre feto formado y no formado y las consecuencias morales que de ello se deducen. La destrucción del feto formado es un asesinato, mientras que la del feto no formado, aunque inmoral y merecedora de castigo, no lo es. La utilización de drogas anticonceptivas y esterilizantes le merecen la misma condena que la de las sustancias abortivas:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“A veces la lúbrica crueldad, […] recurre a medios extravagantes como la bebida de pócimas para garantizar la esterilidad; o más todavía, si esto falla, se recurre a otros métodos antes del nacimiento para destruir el fruto de la concepción de tal manera que se condena al germen a morir antes de recibir la vida; y si la vida está avanzada en el interior del útero, se la destruye antes de que nazca”.</span></em><br /><br />Contracepción, esterilización y aborto tienen en común el oponerse a los fines de la sexualidad y del matrimonio.<br />Más allá de distinciones biológicas y de hipótesis teológicas, la convicción profunda de Agustín, como la de los Padres de la Iglesia, es que toda vida humana es “obra propia de Dios” y que a él retorna tras la muerte. Al hablar de la creación de cada hombre, “a imagen y semejanza de Dios”, los Padres ponen los fundamentos de una antropología cuyo centro es la afirmación de una igualdad ontológica entre todos los seres humanos. Dado que la inteligencia es incapaz de descubrir en qué momento preciso el feto recibe el alma humana, San Agustín vuelve a centrar su atención en el problema moral, e insiste, sobre todo, en el valor de toda la vida, actual o potencial, y orienta su reflexión, fundamentalmente, hacia una teología de los fines últimos que apunta directamente al dogma de la resurrección de los cuerpos.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-27454159212997041762009-05-01T00:05:00.000-07:002010-10-04T09:32:30.480-07:007.2. La Iglesia y el aborto en las épocas medieval y moderna<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTRWm6NbHguzThO535YevyIaNUTFWSttmQIMVSn1LCCgt07sV27p3x8OBqrcDtropjkA1TEiAaEqpgMgFpdZ4fmeiZAFiskgxesvu-WZLRpF4YHSJiWSS-_AcsUql27Z32OMnaJuf2QTM/s1600/MedievalFamily.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524229607393213954" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 314px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTRWm6NbHguzThO535YevyIaNUTFWSttmQIMVSn1LCCgt07sV27p3x8OBqrcDtropjkA1TEiAaEqpgMgFpdZ4fmeiZAFiskgxesvu-WZLRpF4YHSJiWSS-_AcsUql27Z32OMnaJuf2QTM/s400/MedievalFamily.jpg" border="0" /></a>El estudio de la Edad Media cristiana debe mucho a estas obras de carácter jurídico y disciplinar que son los Penitenciales. A través de ellos es posible seguir la evolución de la perspectiva cristiana sobre el aborto hasta la renovación teológica del siglo XIII.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">a) La calificación del aborto y la penitencia medieval</span></strong><br /><br />La pena pública de diez años de excomunión que decretó el Concilio de Ancira contra las personas que abortasen, se admitió de manera general en las Iglesias situadas alrededor del Mediterráneo. El período de exclusión se acompañaba de un proceso gradual de reconciliación que había de terminar, etapa tras etapa, en la admisión del penitente a la mesa de la eucaristía. Aunque el pecador arrepentido pudiera esperar su reintegración eclesial, no por eso las penas dejaban de ser extremadamente severas en casos como el del aborto. Estas penas comprendían la prohibición de acceder a cargos públicos, pertenecer al estado clerical o incluso casarse. Faltar a una de estas restricciones equivalía a volver a caer en el pecado.<br />En la Europa septentrional en vías de cristianización, se imponía otra tradición, la de la penitencia privada. Crecida alrededor de los monasterios, buscaba unos principios que animaran la espiritualidad y la disciplina de los monjes, como el examen de conciencia o la confesión al abad. Más que la exclusión pública de la eucaristía, la penitencia privada prefería, por un tiempo determinado, el ayuno y la abstinencia. Era una penitencia tarifada – a cada pecado correspondía una penitencia determinada – y reiterada, lo que abría el acceso a la penitencia sacramental y a la eucaristía, tan frecuente como necesaria. Se tienen en cuenta las circunstancias que rodean el pecado, el interior del pecador, su capacidad para cumplir la penitencia que se le ha impuesto, cuyo cumplimiento es anterior a la absolución.<br />El penitencial conocido como Canones hibernenses (hacia el 675) se inspira en un sínodo irlandés y trata del aborto en los cánones del 6 al 8. Se impone una pena de tres años y medio de ayuno a pan y agua por la destrucción de una semilla de vida en el útero materno - ¿un feto no formado? -, y siete años y medio si lo que se destruye es ya un cuerpo y un alma. A las sanciones canónicas se le pueden añadir penas civiles (fuertes multas), que tienen en cuenta el grado de desarrollo del feto (“líquido”, corporal o animado) y por tanto del momento en el que se presume la animación. Lo que se deduce de estos documentos es la vaguedad de los conocimientos biológicos de sus autores, pero también una interpretación psicológica más afinada de la responsabilidad de la mujer, a la que se considera agente y víctima del aborto.<br />En el Penitencial de Finnian, que utilizó San Columbano, s etrata del pecado del aborto bajo el título de “maleficio” como un pecado que comete otro – no la embarazada -, y en el que se mezclan elementos de brujería. El caso concreto del que se habla es el de una mujer que provoca, mediante “maleficios” la muerte del feto de otra mujer. Algunos penitenciales, como el de Canterbury (668-690), influenciados por la tradición oriental, clasifican el aborto entre los pecados cometidos por los esposos. Se establece también una distinción muy clara entre el aborto provocado antes o después de los cuarentas días de la concepción. La animación del feto, que se pensaba era a los cuarenta días, cambia radicalmente la calificación del acto y la gravedad de las penas prescritas. Algunas circunstancias, como la situación social y económica de la mujer, son elementos que se tienen en cuenta a la hora de imponer la penitencia.<br />Los Penitenciales, inspirados en los anteriores modelos irlandeses o ingleses, se extienden por el continente a partir del siglo VII. Por lo general no conservan la distinción entre feto animado o inanimado y prescriben una penitencia de tres años y medio.<br />Esta penitencia entra en conflicto con la penitencia canónica, muy debilitada ya con la caída del Imperio romano de Occidente, pero que había vuelto a introducirse con la reforma carolingia a través de las “Colecciones” de los juristas. Se llega a un compromiso que afecta también a la práctica del aborto con la distinción entre la penitencia pública para los recados públicos y la penitencia privada para los pecados privados. El Libri synodales (hacia el 906) estipula en el Libro II, canon 89, que cualquiera que, por lujuria o de manera premeditada, impidiera a un hombre o a una mujer concebir un niño, deberá ser considerado como asesino. La importancia del texto, que da la sensación de referirse preferentemente a la esterilización, se extenderá al aborto, considerándolo clarísimamente como un homicidio, sin tener en cuenta el momento de la animación.<br />El retorno a las fuentes patrísticas y conciliares que acompaña la reforma gregoriana del siglo XI, intenta purificar las colecciones canónicas medievales de todas las interpolaciones que se han ido deslizando en ellas a través de los siglos. Yves de Chartres sostiene la opinión de que el aborto no constituye un homicidio hasta la “infusión” del alma humana en el cuerpo. Algunos canonistas, como Graciano y luego el papa Inocencio III (1160-1216), reservan la culpa de homicidio al aborto tardío. Hasta finales del siglo XII la controversia más fuerte versa sobre la calificación del aborto. La confusión no queda disipada con las diferentes distinciones que se proponen: homicidio intencional, actual, accidental, deliberado. Aunque siempre se considera el aborto como un pecado grave, el verdadero problema es el de saber si se trata formalmente de un homicidio.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">b) La discusión teológica sobre la animación del embrión.</span></strong><br /><br />Al llegar la teología escolástica surge de nuevo la pregunta ¿en qué momento se infunde el alma en el embrión? En términos técnicos se trata de saber en qué momento del tiempo que transcurre entre la concepción y el nacimiento se crea el alma y se une al cuerpo. La palabra “alma” como noción filosófica, equivale al principio de vida que da el ser a al materia, es decir, lo que le permite existir como viviente y, cuando se trata de un ser humano, lo que hace capaz de alimentarse, crecer, sentir o conocer. Dos tesis se enfrentan en el tema de la animación. La primera se inclina por la unión inmediata del principio material (el cuerpo) y el principio espiritual (el alma) en el mismo momento de la concepción. La contraria, la tesis de la animación mediata, plantea que es necesario un plazo entre el momento en el que se forma el proceso vital y el instante en que el cuerpo se convierte en apto para recibir el alma intelectiva, es decir, el alma propiamente humana.<br />La idea de un retraso en la animación – el alma racional no se introduce en el embrión humano sino tras un cierto grado de desarrollo de éste – la retomó Pedro Lombardo, que en el Libro de las sentencias, comentado por todos los grandes autores del siglo siguiente, afirma sin ningún equívoco la doctrina de la creación del alma por Dios. La discusión de los maestros escolásticos recibe una notable renovación con el descubrimiento de las obras filosóficas y científicas de Aristóteles por parte de San Alberto Magno. San Buenaventura se adhiere también a la tesis mayoritaria según la cual el embrión va adquiriendo cada vez una forma más perfecta hasta estar lo suficientemente estructurado como para recibir el alma racional.<br />El ejemplo de Santo Tomás de Aquino (1224-1274), la autoridad sin dudad más citada cuando se trata de apoyar la tesis de la animación mediata, resulta interesante a la hora de situar la delicada articulación en los planos ontológicos y morales. En el nivel filosófico, Santo Tomás mantiene el principio de la unicidad de la forma (una sola alma) y adopta el esquema aristotélico de una sucesión de almas cuya forma superior contienen las virtudes de las formas inferiores:<br />“El alma vegetativa, sensitiva y racional, no forman en el hombre más que una misma y sola alma […] Se distinguen las unas de las otras por los crecientes grados de perfección […] El alma racional contiene en su perfección toda la realidad del alma sensitiva de los animales y del alma vegetativa de las plantas […] El embrión no tiene al principio más que un alma sensitiva; esta desaparece y le sucede un alma más perfecta que es ala vez sensitiva y racional”.<br /><br />¿Basta esta tesis de la sucesión de las almas para legitimar el aborto? ¿La postura de la animación mediata no sitúa a quienes la defienden en oposición con la tradición unánime de la Iglesia, al no conceder el mismo estatuto ético al embrión en sus diferentes etapas de desarrollo?<br />Santo Tomás responde negativamente. Las prácticas abortivas, tanto antes como después de los cuarenta días, momento en el que se supone que ocurre la animación, son inmorales. En primer lugar, porque se trata de un ser humano plenamente constituido. Luego, porque es un acto contra natura, en la medida en que se destruye el dinamismo en el proceso del embrión y se opone al principio de finalidad inscrito en el resultado de la concepción. Si el embrión antes de su animación no es todavía realmente un ser humano, tiene la tendencia a recibir un alma racional.<br />En el corazón del proceso de la generación está presente la acción de Dios que da al embrión su alma espiritual. Merece, por tanto, un respeto absoluto en todas las etapas de su desarrollo, incluso cuando el producto de la concepción no es aún plenamente humano. Antes de la animación está ya presente la solicitud divina sobre el embrión aunque directamente no esté tocado por la gracia. ¿Debilita esta última postura, que está de acuerdo con la disciplina de la Iglesia, la posición ética de respeto incondicional a toda la vida humana desde su concepción? Nosotros pensamos que no, pues esta preparación del alma espiritual obliga a tratar al embrión por lo que realmente es: un individuo humano que desde sí mismo, en virtud de su desarrollo, está clamando por la intervención de Dios.<br /><div align="justify"><br /><strong><span style="color:#660000;">c) El aborto ante la conciencia cristiana (del siglo XV al XVIII)<br /></span></strong><br />La indudable aportación del pensamiento medieval es el haber sabido integrar en una síntesis unificadora los diferentes niveles de racionalidad – científico, filosófico y teológico – que entran en juego en el debate teológico del aborto. En el Renacimiento, el redescubrimiento del Derecho romano y el legalismo predominante en la moral condujeron a la Iglesia a recordar sus medidas disciplinarias por encima de las consideraciones sobre el momento de la animación. Uno de los debates más virulentos fue el de la moralidad del aborto terapéutico cuando corría peligro al vida de la madre por causa del hijo que llevaba dentro, y en el que un tratamiento, necesario para salvar la vida de la madre, podía amenazar la del hijo. ¿Qué hacer si el tratamiento sólo iba a beneficiar a la madre, o al feto, o a ambos pero con un riesgo imprevisible? Los moralistas se pusieron manos a la obra para dar respuesta a cada caso concreto. Algunos, como el jesuita español Tomás Sánchez (1550-1610), admiten que se puede abortar, si el feto está aún inanimado, para salvar la vida de la madre enferma, puesto que no se trata más que de “la ablación parcial de las vísceras maternas”, pero exclusivamente en este caso. Otros autores distinguen entre “medicina sanativa” y “medicina mortífera” en el caso del aborto de un feto inanimado, cuando un tratamiento puede causar la muerte de éste.<br />La distinción doctrinal entre feto animado y feto inanimado es la summa divisio de la reflexión moral, y el principio que orienta las prescripciones de la ley civil. Sixto V, sin embargo, no tienen en cuenta esta distinción cuando en su bula Effraenatam (1588) castiga con pena de excomunión a todos los que recurran al aborto, tanto si se trata de un feto animado como inanimado. Pero tres años más tarde, el Magisterio pontificio vuelve a introducir esta distinción. Posteriormente, Inocencio XI, por un decreto del Santo Oficio de 2 de marzo de 1679, confirma la doctrina del Catecismo Romano. De esta manera quedan condenados dos proposiciones relativas al aborto:<br />“Está permitido recurrir al aborto antes de la animación del feto para evitar el deshonor o la muerte a una joven embarazada[…]; Parece probable que todo feto (mientras se encuentra en el seno materno) carece de alma racional que solamente adquiere al nacer; por eso es necesario afirmar que en ningún aborto puede hablarse de homicidio”.<br /><br />En consecuencia, cualquiera que sea el desarrollo del feto, el aborto es ilícito incluso para salvar la vida de la madre.<br />La discusión se centra sobre le castigo adecuado para el crimen del aborto de un feto animado. Los juristas civiles defienden la pena de muerte recurriendo a las prescripciones de la ley romana. La Iglesia, por su parte, intenta oponerse a la licencia moral que acompaña el redescubrimiento de la cultura griega y romana. En este sentido, castiga con excomunión a todos los que interfieran el proceso natural de la procreación, tanto por esterilización como por aborto. Esta pena se limitó en un principio al aborto del feto formado, antes de extenderse a toda forma deliberada de interrupción del embarazo. A finales del XVII, la teoría aristotélica de la animación tardía se reemplazó por la de la animación inmediata. El desarrollo embrionario de un nuevo ser humano que comienza en el momento de la concepción exige la presencia del alma espiritual.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">d) La postura del magisterio en la época contemporánea.</span></strong><br /><br />En su disciplina, el Magisterio católico actual mantiene una posición de firmeza ante el recurso al aborto y ha prescindido definitivamente de la distinción entre feto animado e inanimado (bula Apostolicae Sedis del papa Pío IX en 1869). Los culpables de un aborto voluntario incurren en excomunión latae sententiae, es decir, “por el mismo hecho”, si el aborto se ha producido. El Código de Derecho Canónigo, promulgado en 1917, introdujo en el Deercho de la Iglesia esta disposición (canon 2350). El nuevo Código de Derecho de 1983, en el canon 1398, sanciona con la pena más grave “a quienes intentan el aborto si éste se lleva a efecto”. Esta pena se extiende a las personas sin cuya cooperación no sería posible la interrupción del embarazo. Dicha interrupción debe ser el resultado de la intervención libre del hombre y ser buscada directamente. El Código admite la posibilidad de circunstancias atenuantes que pueden reducir la pena, sin por eso modificar el juicio sobre la gravedad del acto (canon 1324).<br />Las intervenciones del Magisterio pontificio prosiguen de forma regular al ritmo de los avances médicos y la evolución de las legislaciones. En línea rigurosa con la tradición, en la encíclica Casti connubi (1930), el papa Pío XI se hace eco de “las indicaciones médicas, sociales o eugenésicas”, que intentan justificar la interrupción del embarazo apelando al estado de necesidad. El Papa se pregunta: “¿Hay causa alguna que baste a justificar de alguna manera el asesinato directo de un inocente?. Pío XII (1939-1958) habló muchas veces del aborto, sobre todo en un discurso ante la asociación de médicos italianos en noviembre de 1944. En él excluye de forma categórica toda interrupción voluntaria del embarazo, ya sea esta interrupción buscada directamente y fruto de una intervención directa, o incluso indirectamente como fruto de otra intervención.<br />¿De dónde nace la santidad y la inviolabilidad de la vida del hombre? El papa Juan XXIII encuentra el carácter sagrado de la vida humana en su mismo origen “que requiere la acción creadora de Dios”. De la misma forma, el Concilio Vaticano II se enfrenta a esta cuestión, calificando además el aborto y el infanticidio de “crímenes abominables” (GS 51). El pontificado de Pablo VI coincide con el período en el que se votan leyes que, sin establecer directamente el derecho al aborto, autorizan su práctica en condiciones cada vez más amplias. Una declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 18 de noviembre de 1974, argumentando sobre adelantos de las ciencias biomédicas, sintetiza la enseñanza constante de la Iglesia en su defensa de la vida humana del no nacido: “El primer derecho de la persona es el derecho a la vida. La persona tiene otros muchos derechos y algunos muy preciosos, pero éste es el fundamental, base de todos los demás […] No pertenece a la sociedad o a la autoridad pública reconocer este derecho a unos y quitárselo a otros”. Se trata de establecer firmemente el derecho absoluto e incondicional a la vida, un derecho primero y principio de los demás derechos del hombre reconocidos en las declaraciones internacionales.<br />La Iglesia pide también una actuación que podría llamarse “principio de precaución” ante el fruto de la concepción humana. Sin definirse sobre el preciso momento de la animación y la cualidad personal o humana del embrión, el simple riesgo de cometer un asesinato debe llevar a respetar a éste incondicionalmente. Se mantienen así el criterio ético fundamental ante toda vida humana intrauterina, que queda formulado de esta forma por la Congregación para la Doctrina de la Fe:</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><em><span style="color:#660000;">“El ser humano debe ser tratado y respetado como una persona desde el momento de su concepción, y por tanto, desde ese momento se le deben reconocer los derechos de la persona y, en primer lugar, el derecho inviolable a la vida de todo ser humano”.</span></em> </div><br /><div align="justify"><br />El papa Juan pablo II, a pesar de la creciente incomprensión de la opinión pública, ha querido ser también el defensor inflexible de la vida humana naciente. En la encíclica Evangelium vital (25 – 3- 1995), vuelve a afirmar “la inviolabilidad absoluta de una vida humana inocente (como) una verdad moral explícitamente enseñada en las Sagradas Escrituras, constantemente mantenida en la Tradición de la Iglesia y unánimemente propuesta por el Magisterio”. De ahí la condena pontificia del aborto voluntario que es:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“[…] el asesinato deliberado y directo, cualquiera que sea la manera de llevarlo a cabo, de un ser humano en la fase inicial de su existencia situada entre la concepción y el nacimiento. La gravedad moral del aborto se muestra en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, más en concreto, si se consideran las circunstancias específicas que así lo califican. Lo que se suprime es un ser humano que comienza a vivir, es decir, un ser que es absolutamente el más inocente que imaginarse pueda: al que nunca se le podrá considerar como un agresor, y menos todavía, como un agresor injusto” (EV 58). </span></em><br /><br />Esta enseñanza, fundada en el triple pilar de la Escritura, al Tradición y el Magisterio, es ciertamente inaudible para muchos de nuestro contemporáneos. La Iglesia, sin embargo, se sienta llamada a manifestar aquí su cualidad profética. No puede renunciar a ser un “signo de contradicción” para nuestras sociedades occidentales, en las que los valores esenciales de la humanidad, en este caso el valor de toda vida humana desde su concepción, se encuentran amenazados.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-89767803234677634392009-05-01T00:04:00.000-07:002010-10-04T09:37:29.159-07:007.3. El desafío ético del aborto: Ciencia y conciencia<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDCq_2tSUU5vP3l5O_iGxFOgloriWWqrXeeypTayVc_eSwCdWLMEQmmGfhHz9tAX-f8CC6GAQWKNqJT5sUShmM1BGWAXy9SHVlf4ZXhnGsAygmaem20IT-hVT6GDlD-911QZhZgLBnTgY/s1600/aborto.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524230694520661714" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDCq_2tSUU5vP3l5O_iGxFOgloriWWqrXeeypTayVc_eSwCdWLMEQmmGfhHz9tAX-f8CC6GAQWKNqJT5sUShmM1BGWAXy9SHVlf4ZXhnGsAygmaem20IT-hVT6GDlD-911QZhZgLBnTgY/s400/aborto.jpg" border="0" /></a>El constante elevado número de abortos – más de 160.000 declarados cada año en Francia, según el INEd (Institut Nacional d´Etudes Demographiques) desde 1975 – obliga a repensar la cuestión del estatuto del embrión humano ante la ciencia, el Derecho y la ética. ¿Cuál es la definición científica del embrión? ¿Los descubrimientos de la biología contemporánea nos permiten mantener la reflexión filosófica del carácter humano de la vida embrionaria? ¿Cómo responder, en fin, a los desafíos éticos nacidos del dominio de la vida del hombre por el hombre?<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">a) Pensar hoy en el embrión</span><br /></strong><br />En el siglo VI, Boecio propuso la siguiente definición de la persona humana: “Una sustancia individual de naturaleza racional”. Esta definición, técnica y antigua, repetida en todas las épocas, no carece de interés si se le confronta con los datos actuales de las ciencias biológicas y genéticas. ¿Responde el embrión humano a los criterios de la definición filosófica? ¿Qué consecuencias éticas se derivarían de ello?<br />El ser humano en proceso, y en los diferentes estadios de la embriogénesis, puede ser estudiado como un organismo individual. La embriología moderna nos ha permitido conocer el momento preciso de la concepción del embrión, identificándolo en la fusión de los vectores sexuales, macho y hembra. Entre el embrión y el adulto del que éste procede no existe más que un solo organismo vivo, diferente del espermatozoide y el óvulo que lo engendran. Este organismo es distinto de la madre que lo lleva, incluso aunque recibe de ella todo lo necesario para su supervivencia – oxígeno, sangre y… amor -. Se desarrolla a partir de sí mismo, del principio vital que le es propio.<br />Además, la genética garantiza la especificidad somática humana del embrión una vez que se ha realizado la fusión de los gametos. Desde la fecundación, la información genética contenida en el genoma determina la pertenencia de un ser a una especie determinada. Otorga a cada individuo su carné de identidad genética, único – salvo en el caso de los gemelos – e inimitable – fuera de la clonación -. Por tanto, el embrión humano, con sus veintitrés pares de cromosomas dispuestos según su orden propio, posee un genoma estrictamente análogo al de un ser humano adulto. Luego el embrión es un ser humano vivo que pertenece, en cuanto adulto futuro, a la especie humana.<br />El embrión es en verdad biológicamente humano desde su concepción. ¿Puede, por tanto, reconocérsele la individualidad de su ser cuando la experiencia de la generalidad nos demuestra que el cigoto es capaz de dividirse hasta el día catorce? Si retomamos la definición clásica del individuo, éste es “un ser organizado, vivo con una existencia propia y que no puede dividirse sin quedar destruido”. Pero los biólogos añadirán: “si es capaz de dividirse, de esta división resultarán muchos individuos de la misma especie”. Esta definición nos permite superar la mayor dificultad de la generalidad que acabamos de proponer. Hacia el final del día catorce, cada una d elas células del embrión comienza su especialización y el embrión ya no puede dividirse. Queda definitivamente constituido como una entidad única, organizada y autónoma. Por tanto, debe considerarse que la individualidad no es equivalente en sentido estricto a la indivisibilidad. La individualidad biológica específica de un ser vivo es el resultante de la unicidad y de la especificidad de su cuerpo, y no de la imposibilidad de división. En el plano filosófico, la individualidad se define como lo que en sí mismo existe como un ser singular. Luego al existir por sí mismo, el embrión posee las cualidades del individuo, es decir, la capacidad real de tener una existencia propia, lo que queda demostrado experimentalmente en las fecundaciones in Vitro. La posibilidad de una división del zigoto no pone en tela de juicio la individualidad de cada uno de los embriones.<br />La última etapa de la reflexión versa sobre la calificación del embrión humano en tanto que persona. A la biología no le corresponde el dar o quitar a un ser vivo esta cualidad personal. Hay que descubrir ésta a partir de la experiencia común y la reflexión filosófica que entiende la persona humana en su doble realidad de ser corporal y espiritual. La contribución del biólogo consiste en describir un proceso vital único, sin discontinuidad ni ruptura, que comienza con la fecundación del óvulo y acaba con la muerte del ser vivo. De esta observación se concluye que el ser vivo adulto y el embrionario son semejantes orgánica y genéticamente. Y si se admite la humanidad y la personalidad del ser vivo adulto, ya tenemos ahí un signo serio para conocer lo mismo al ser vivo en su más simple expresión, pero ya completa, que es el embrión.<br />La cuestión filosófica de la personalidad sigue siendo compleja, pues no se puede demostrar experimentalmente en qué momento del desarrollo del organismo vivo se da la infusión del principio espiritual humano. Sólo una aproximación metafísica parece capaz de aprehender en parte el misterio del ser, e invitar a un amplio respeto por la vida humana. la pregunta ética tiene que reemplazar inevitablemente a la investigación científica. El reconocimiento de la dignidad personal del embrión no puede estar supeditado al solo desarrollo del sistema nervioso, o al ejercicio posible o actual de las facultades humanas, o incluso a la aceptación de la nueva vida por el círculo que la rodea. Con cada etapa de su desarrollo, el embrión acrecienta las potencialidades que posee desde el origen hasta llegar a ser un ser autónomo, consciente, capaz de elecciones morales. El feto de dos meses, el niño de ocho años, el adulto de cuarenta o el anciano, sin tener las mismas aptitudes físicas o intelectuales, son todos personas de la especie humana, dignas del más grande de los respetos.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">b) Dignidad humana y protección jurídica</span></strong><br /><br />Los datos científicos no son neutrales al tratar de hacer un juicio del estatuto ético del embrión. Genética y biológicamente ha quedado demostrado que la individualización del cigoto hace de él un nuevo ser humano desde la concepción: el embrión no se hace humano e el curso de su desarrollo, sino que es un ser humano que se desarrolla. No recibe su “forma” humana por un acto exterior de reconocimiento de su padres o de la sociedad. Querer conferir el estatuto de humanidad y la dignidad que ésta conlleva en un momento cualquiera del desarrollo embrionario, es pecar objetivamente de arbitrariedad. O el embrión posee, en todas las fases de su desarrollo, una dignidad integral, o el ser humano no la posee nunca. Como dice la Comisión Teológica de la Conferencia de Obispos suiza:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“Es siempre el mismo y único ser humano al que como embrión, feto o recién nacido hay que proteger […] Es necesario considerar el conjunto de la vida de un ser humano como una continuidad puesta enteramente bajo el signo de la dignidad humana que tiene su fundamento teológico en la creación del hombre y la mujer “a imagen de Dios” (Gen 1, 26)”.<br /></span></em><br />Desde el momento de la fusión de los gametos, el embrión goza plenamente de la naturaleza humana y, para el cristiano, está comprometido en una relación de alianza con el Creador (Sal 139, 13-15). Posee, por tanto, una dignidad intrínseca independiente de los reconocimientos humanos, dignidad que corresponde a todo ser humano. La del embrión es inmediatamente fuente de derechos, en concreto de ese derecho primero y fundamental, superior por sí mismo a toda legislación, que es el derecho a la vida y a la integridad física. Quedan excluidas, por tanto, las diferentes formas de discriminación, y toda utilización del fruto de la procreación humana. La summa divisio del derecho se establece, con toda justicia, entre las cosas y las personas. Las primeras pueden ser vendidas, cambiadas, destruidas; de las segundas, por su propia naturaleza, no se puede disponer de ellas. Nunca es moralmente lícito donar un embrión, venderlo o utilizarlo para experimentos, o destruirlo.<br />Las consecuencias políticas de este principio jurídico son de gran importancia. A los Estados incumbe declarar en sus Constituciones el deber de asegurar la protección integral del ser humano, de manera especial en los estadios de vida en la que éste es más vulnerable. No es la menor de las paradojas en las democracias liberales la de que al tiempo que promueven el carácter inalienable de los derechos de las personas, excluyan de ellos al ser humano que comienza su existencia. El respeto absoluto a la dignidad de la persona humana debería ser el criterio decisivo que inspirara todas las normas jurídicas. La perspectiva ética que radica en este principio absoluto debe encontrar una aplicación concreta en el Derecho positivo, porque no puede haber un “más” o un “menos” en el reconocimiento de la dignidad de la persona. Si no se le concede al hombre esta dignidad en cada etapa de su desarrollo, o se le retira en uno de estos momentos, entonces se encuentra totalmente despojado de ella.<br />La despenalización de la interrupción del embarazo normalmente limitada – de las 10 a las 22 primeras semanas -, o más raramente, la afirmación del derecho absoluto al aborto, ha sido un hecho en la evolución jurídica, casi general, en las democracias liberales desde hace una treintena de años. Tomando en cuenta el conflicto de valores unido a la complejidad de situaciones, estas disposiciones legales autorizan el aborto e circunstancias más o menos objetivas, como el peligro para la salud de la madre o la carga económica excesiva que representaría para la familia un nuevo nacimiento… Se incluye también la cuestión del aborto en la opinión general que habla del derecho de la mujer a la autodeterminación, a la libre disposición de su cuerpo, a su total desarrollo personal. Estos derechos, que son también consecuencia de la dignidad de la persona, están, como todo derecho humano, limitados si atentan contra los derechos del otro. Hay, por tanto, que hablar de derechos relativos subordinados a salvaguardar los derechos naturales del hombre, y el primero y fundamental de estos derechos es el derecho a la vida.<br />El juicio del teólogo G. Cottier delimita el marco histórico y ético en el que nos encontramos: “El formidable empuje a favor del aborto, ampliamente legalizado y éticamente justificado, tal como se da hoy en los países industrializados […] es un hecho de civilización y, bajo este título, es sin dudad, sintomático de algo más profundo”. ¿Pero hay algo “más profundo” que la conciencia que nos enfrenta, al hablar del embrión humano, con el enigma de nuestro propio origen en el que se opera el insondable encuentro entre el alma y el cuerpo, entre el hombre y Dios?<br />Hablar de “un hecho de civilización”, si se trata de aceptar o rechazar el aborto, explica la importancia especial que la Iglesia concede a la protección de la vida no nacida. Nuestra mirada sobre el embrión define de alguna manera nuestra mirada sobre el hombre, sobre todos los hombres o, mejor todavía, sobre la humanidad de cada hombre. ¿Cómo se puede estar de acuerdo en respetar el enfermo, al anciano, al impedido si no se reconoce la dignidad de una humanidad que está brotando en el secreto de un cuerpo que lo incuba? ¿Cómo no ver que el comportamiento de la sociedad con el embrión, quizá el eslabón más débil de la cadena humana, puede ser el signo revelador de su comportamiento con toda la humanidad?<br /><br /><span style="font-size:78%;">La Iglesia y la sexualidad. Jean Louis Brugués, Guy Bedouelle y Philippe Becqart.</span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-57591497277759501332009-05-01T00:03:00.000-07:002010-10-04T10:11:00.217-07:007.4. Cristianismo y aborto<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlQ0z2x6VDlq9afGksSgoFP5HJT7df5iyafyLNv4P-KBYqyWDPGDHzKLenh__F20O5ThoBo5XyvT3X7TsvIbkz5ghx0d-6jGRnqDWsY_wPjwDACD1GjfatfRVjBBlIL1a5-eZ3Z7PpRRk/s1600/vidaSI.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524238803191146866" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 262px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlQ0z2x6VDlq9afGksSgoFP5HJT7df5iyafyLNv4P-KBYqyWDPGDHzKLenh__F20O5ThoBo5XyvT3X7TsvIbkz5ghx0d-6jGRnqDWsY_wPjwDACD1GjfatfRVjBBlIL1a5-eZ3Z7PpRRk/s400/vidaSI.jpg" border="0" /></a>La doctrina actual de la Iglesia católica declara que el embrión es una persona desde el momento de la concepción. Por tal motivo, esta institución considera que el aborto es un asesinato. Incluso lo califica como el peor crimen, ya que considera que el embrión es el más débil de todos los seres humanos. Debido a esto, se encuentra entre los principales partidarios de la penalización del aborto.<br />En el Antiguo Testamento la vida no es el valor supremo por ejemplo para Abraham e Isaac. Dios manda a Abraham matar a su único hijo. La fe o la creencia en Dios es, en este caso, más valiosa que la vida. Los padres de la Iglesia se dividieron en dos corrientes de opinión:<br />• Los partidarios de la 'animación' inmediata (desde el momento de la concepción), que consideraban el origen del alma humana por una preexistencia anterior a su unión con el cuerpo (platonismo cristiano) o por una derivación del alma de los padres (traducianismo)<br />• Los partidarios de la 'animación' mediata o retardada (después de un cierto tiempo), que aceptaban que las almas son creadas por Dios (creacionismo).<br />La tesis creacionista fue la que se impuso y la que pasó a ser oficial y en consecuencia la tesis de la animación retardada fue la opinión mantenida de forma generalizada durante la Edad Media, determinando que el alma racional aparecía en el varón a los 40 días y en la mujer a los 80.<br />Al margen de estas corrientes de opinión, lo que es seguro es que en los escritos patrísticos hay un rotundo rechazo al aborto.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">Escritos donde se menciona el aborto<br /></span></strong><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr2qt0tCYTG5pv6GWvVvbySTsh5_oTfcZs2WtVZi9qIc3LfA6l2-SK5HkmRa4re1P09DKTB4ThEDTF_rvxyLEmZZw5k0iQJxPBwK1fTauBtbdmFVVd2BxfRNdZT4-lnFzLpgW1xIo_TU8/s1600/didach%C3%A9.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524238705873330898" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 249px; CURSOR: hand; HEIGHT: 350px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr2qt0tCYTG5pv6GWvVvbySTsh5_oTfcZs2WtVZi9qIc3LfA6l2-SK5HkmRa4re1P09DKTB4ThEDTF_rvxyLEmZZw5k0iQJxPBwK1fTauBtbdmFVVd2BxfRNdZT4-lnFzLpgW1xIo_TU8/s400/didach%C3%A9.jpg" border="0" /></a>La <strong>Didajé</strong>, que pudo haber sido escrita incluso en el siglo I, es quizás el primer testimonio patrístico en el que se introduce dicha condena:<br /><em><span style="color:#660000;">«He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir» (Didajé II).<br /></span></em>En la Epístola de Bernabé, escrita en la tercera década del siglo II, se llama hijo al feto que está en el vientre de la madre, se prohíbe expresamente el aborto y se le equipara al asesinato:<br /><em><span style="color:#660000;">«No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor» (Ep Bernabé XIX, 5).</span></em><br /><em><span style="color:#660000;">«Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira, desconocedores de la recompensa de la justicia, que no se adhieren al bien ni al juicio justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia, desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo» (Ep Bernabé XX, 2).</span></em><br />El primer apologista latino Minucio Félix, llama parricidio al aborto en su obra Octavius de finales del siglo II:<br /><em><span style="color:#660000;">«Hay algunas mujeres que, bebiendo preparados médicos, extinguen los cimientos del hombre futuro en sus propias entrañas, y de esa forma cometen parricidio antes de parirlo» (Octavius XXXIII).</span></em><br />El apologeta cristiano Atenágoras es igualmente tajante en su consideración sobre el aborto cuando escribió al Emperador Marco Aurelio:<br /><em><span style="color:#660000;">«Decimos a las mujeres que utilizan medicamentos para provocar un aborto que están cometiendo un asesinato, y que tendrán que dar cuentas a Dios por el aborto... contemplamos al feto que está en el vientre como un ser creado, y por lo tanto como un objeto al cuidado de Dios... y no abandonamos a los niños, porque los que los exponen son culpables de asesinar niños» (Atenágoras, En defensa de los cristianos, XXXV).</span></em><br />Los testimonios se multiplican por doquier. Así leemos en la Epístola a Diogneto que los cristianos:<br /><em><span style="color:#660000;">«... se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (fetos)» (Ep a Diogneto V, 6).<br />Tertuliano condena el aborto como homicidio y reconoce la identidad humana del no nacido:<br />«Es un homicidio anticipado impedir el nacimiento; poco importa que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el nacimiento. Es ya un hombre aquél que lo será» (Apologeticum IX, 8).<br /></span></em>Ya en el siglo IV San Basilio va incluso más allá al llamar asesinos no sólo a la mujer que aborta sino a quienes proporcionan lo necesario para abortar, lo cual sería perfectamente aplicable a quienes fabrican o prescriben la píldora abortiva:<br /><em><span style="color:#660000;">«Las mujeres que proporcionan medicinas para causar el aborto así como las que toman las pociones para destruir a los niños no nacidos, son asesinas» (San Basilio, ep 188, VIII).<br /></span></em>San Jerónimo trata la situación de la mujer que muere mientras procura abortar a su criatura:<br /><em><span style="color:#660000;">«Algunas, al darse cuenta de que han quedado embarazadas por su pecado, toman medicinas para procurar el aborto, y cuando (como ocurre a menudo) mueren a la vez que su retoño, entran en el bajo mundo cargadas no sólo con la culpa de adulterio contra Cristo sino también con la del suicidio y del asesinato de niños» (San Jerónimo, Carta a Eustoquio).</span></em><br />Quizás el texto más dramático en relación al aborto sea un párrafo que aparece en el libro apócrifo conocido como Apocalipsis de Pedro. El libro seguramente es de origen gnóstico, lo cual supone que no debemos considerarlo del mismo valor que las citas anteriores, pero este pequeño párrafo muestra hasta qué punto la condena del aborto estaba presente incluso entre los heterodoxos de los primeros siglos:<br /><em><span style="color:#660000;">«Muy cerca de allí vi otro lugar angosto, donde iban a parar el desagüe y la hediondez de los que allí sufrían tormento, y se formaba allí como un lago. Y allí había mujeres sentadas, sumergidas en aquel albañal hasta la garganta; y frente a ellas, sentados y llorando, muchos niños que habían nacido antes de tiempo; y de ellos salían unos rayos como de fuego que herían los ojos de las mujeres; éstas eran las que habían concebido fuera del matrimonio y se habían procurado aborto» (Ap. Pedro 26).</span></em><br /><br /><strong><span style="color:#660000;">Consideraciones sobre el aborto desde el seno de la Iglesia Católica<br /></span></strong><br />La teología postridentina mantuvo en parte la tesis de la animación retardada. Pero de hecho la moral casuística tendió a solucionar los problemas morales desde la aceptación práctica de la animación inmediata. En la teología se utilizaban dos categorías:<br />• La animación, entendida como infusión del alma creada por Dios, en el cuerpo humano. Se aceptó esta tesis aristotélica de la sucesión progresiva de almas (sensitiva, animal, racional).<br />• La formación, entendida como la conformación suficiente del feto para recibir la animación. Llevó a afirmaciones de carácter ideológico como 40 días para el feto varón y 80 días para el feto mujer.<br />Santo Tomás de Aquino creía que al feto se le infundía el alma después de la concepción sobre el tercer o cuarto mes, los filósofos católicos medievales, aceptaron el aborto que se efectuaba antes de esos meses. No existió ni seguridad ni unanimidad. Lo que sí prevaleció fue la distinción, introducida al traducir al griego el texto del Éxodo 21:22-23, entre feto formado (animado) y no formado (no animado). El atentado contra el feto formado se considera éticamente un homicidio y está sometido a las penas canónicas, mientras que el atentado contra el feto no formado no alcanza la valoración ética de homicidio y está libre de las penas canónicas. Esta distinción desapareció con la Constitución Apostolicae Sedis de Pío IX en 1869.<br />El papa León XIII, en 1800 declaró en una serie de decretos papales que la destrucción del feto es un pecado mortal. La Iglesia censura el aborto justificado por la necesidad en el que existe conflicto con la vida o salud de la madre sobre todo después de la Encíclica de Pío XI (31 de diciembre de 1930, <strong>Casti Connubii</strong>). La teología católica actual ya no habla de 'animación' o de 'infusión del alma'. Prefiere el término y la categoría de hominización con lo que se supera un tipo de planteamiento condicionado por la preocupación de hacer coincidir la aparición del sujeto personal con la 'creación del alma por Dios'. El Magisterio eclesiástico católico actual afirma que la vida humana debe ser respetada con todas las exigencias éticas de ser personal desde la fecundación. Así lo expresó el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral <strong>Gaudium et Spes</strong>:<br />La vida humana desde su concepción ha de ser salvaguardada con máximo cuidado. (N.51.)<br />Y ésta es la doctrina que han repetido en múltiples ocasiones los últimos Papas (desde Pío XII), así como todas las conferencias episcopales católicas. Se apoya en los datos biológicos para apoyar la tesis de la condición plenamente humana de la vida desde la fecundación:<br />La ciencia genética aporta preciosas confirmaciones. Ella ha demostrado que desde el primer instante queda fijado el programa de lo que será este ser viviente; a saber, un hombre y un individuo, provisto ya con todas sus notas propias y características. Con la fecundación ha comenzado la maravillosa aventura humana cada una de cuyas grandes capacidades exige tiempo para ponerse a punto y estar en condiciones de actuar. (Declaración, N.13).<br />Pero a la ciencia no se le concede capacidad para determinar el estatus humano del embrión y se desconecta la afirmación moral de valor de la vida humana desde la fecundación de la cuestión antropológica sobre estatus: deja intencionadamente a un lado la cuestión del momento de la infusión del alma espiritual. Ninguno de los teólogos católicos admite como criterio el 'derecho de la gestante'. Todos consideran que la condición antropológica no le viene a la vida embrionaria desde fuera sino desde su propio significado. No conceden importancia al hecho del nacimiento, ni a la viabilidad, ni a la configuración de órganos, ni a la aparición de la corteza cerebral. Dentro de esta opinión se sitúan algunos teólogos protestantes.<br />Aunque el magisterio católico es claro, hay también un grupo de teólogos que se dicen católicos pero son contrarios al mismo (Ch.E. Curran, R.A. McCormick, E. Chiavacci, F. Böckle, J. Fuchs, etc.) y que reservan la condición de estatus plenamente humano a la vida después de la implantación en el útero. Además, el derecho de la Iglesia tipifica el aborto como delito castigado con la excomunión automática o <em>latae sententiae</em>.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-50867366404999732542009-05-01T00:02:00.000-07:002010-10-04T10:27:35.673-07:008.1. Cristianismo y la dignidad de la persona<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguF-3-nKUKUancJ2RqbqP57ADriljQHNN0kUgilmo-uRbeaZBy2dh2afxG44qrqHMwq6nKIbeZJkPaQ-15zi0HONelazCV8tx5oXe77ttynsFtpBtoFkwIcgLat_5EQbDmHYbVSP-eGs8/s1600-h/14.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330745327357853314" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 222px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguF-3-nKUKUancJ2RqbqP57ADriljQHNN0kUgilmo-uRbeaZBy2dh2afxG44qrqHMwq6nKIbeZJkPaQ-15zi0HONelazCV8tx5oXe77ttynsFtpBtoFkwIcgLat_5EQbDmHYbVSP-eGs8/s400/14.jpg" border="0" /></a>El cristianismo supone un drástico cambio en la forma de ver al ser humano, ya que todos somos hijos de un mismo Padre, por ello todos somos hermanos.<br />El cristianismo se opone a la esclavitud, al papel secundario de la mujer defendiendo a las viudas, denuncia el aborto y el infanticidio.<br />A lo largo de la Edad Media y por influjo de los Padres de la Iglesia, se va elaborando el concepto de persona y el de dignidad humana, según el cual el ser humano es digno por si mismo y su dignidad proviene de ser Hijo de Dios.<br />En algunos textos se justifica el hecho de que en la Edad Media no se planteen el “problema poblacional” por el hecho de que esta era diezmada naturalmente por las guerras, el hambre y las enfermedades. Este argumento no se sostiene por el simple hecho de que el número y la crueldad de esas guerras no era grande, y que las plagas se dieron en momentos especiales, y no fue una tónica general durante la Edad Media.<br />Atribuir a la Iglesia Católica “la postergación y humillación sistemática de la mujer”. Esta falsedad es todavía más grande, pues una de las causas de la difusión del primitivo cristianismo fue el papel importante que la mujer tuvo en él, muy por encima de la que tenía en el imperio romano. Y fue precisamente en la Edad Media cristiana donde la mujer alcanzó una dignidad y un poder como nunca había tenido.<br /><br /><em><span style="color:#003300;"><span style="color:#660000;">"La civilización grecorromana reposaba consecuentemente sobre la idea de la selección y ésta reposaba a su vez sobre el principio de que tanto los hombres como los pueblos eran desiguales en cuanto a su ser moral. El cristianismo rompió las bases mismas de la estructura aristocrática de la civilización antigua, con la doctrina, según la cual todos los hombres son iguales al ser hijos de un mismo Dios". Ferrero</span><br /></span></em><br /><strong><span style="color:#660000;">CONDENA DEL ABORTO Y EL INFANTICIDIO</span></strong><br /><br />Todos los Padres de la Iglesia y los primeros apologistas y maestros cristianos hablaron a favor de la vida y gracias a su influencia el aborto y el infanticidio fueron gradualmente desapareciendo de Europa.<br />Dado que la Biblia apenas habla específicamente del aborto, aunque obviamente hay indicios muy claros de que las Escrituras consideran que el feto es una vida humana (p.e Jueces 16,17; Salmo 22,10-11; Lucas 1, 15 y 41-44; Galatas 1,15), es importante que estudiemos lo que creían los primeros cristianos acerca de este tema. Su testimonio es unánime y no deja lugar a dudas en la condena del aborto.<br /><span style="color:#660000;"><em>“No me he cortado nunca el cabello, porque estoy consagrado a Dios desde el vientre de mi madre…” Jueces 16,17<br />“Confío en el Señor, pues que él lo libre; que lo salve, si de verdad lo quiere” Tú me sacaste del vientre de mi madre, me pusiste seguro en su regazo; desde antes de nacer a ti me confiaron desde el vientre de mi madre eres mi Dios”. Salmo 22, 10-11<br />“Porque tú formaste mis entrañas, tú me tejiste en el vientre de mi madre. Confieso que soy una obra prodigiosa, pues todas tus obras son maravillosas; de ello estoy bien convencido. Mis huesos no se te ocultaban cuando yo era formado en el secreto tejido en lo profundo de la tierra; tú me veías cuando era tan sólo un embrión, todos mis días estaban escritos en tu libro, mis días estaban escritos y contados antes de que ninguno de ellos existiera”. Salmo 139, 13-16<br />“… porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licores y estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre”. Lucas 1, 15</em><br /><em>“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene a mí? Tan pronto como tu saludo sonó en mis oídos, el niño saltó de alegría en mi seno.” Lucas 1, 41-44</em><br /></span><br />La Didajé, que pudo haber sido escrita incluso en el siglo I, es quizás el primer testimonio patrístico en el que se introduce dicha condena:<br /><em><span style="color:#660000;">"He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir."(Didajé II)</span></em><br /><br />En la Epístola de Bernabé, escrita en la tercera década del siglo II, se llama hijo al feto que está en el vientre de la madre, se prohíbe expresamente el aborto y se le equipara al asesinato:<br /><br /><em><span style="color:#660000;">"No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor." (Ep Bernabé XIX,5) y "Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira, desconocedores de la recompensa de la justicia, que no se adhieren al bien ni al juicio justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia, desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo." (Ep Bernabé XX, 2)<br /></span></em><br />El primer apologista latino Minucio Félix, llama parricidio al aborto en su obra Octavius de finales del siglo II:<br /><span style="color:#660000;"><em>"Hay algunas mujeres que, bebiendo preparados médicos, extinguen los cimientos del hombre futuro en sus propias entrañas, y de esa forma cometen parricidio antes de parirlo." (Octavius XXXIII)</em><br /></span><br />El apologeta cristiano Atenágoras es igualmente tajante en su consideración sobre el aborto cuando escribió al Emperador Marco Aurelio:<br /><em><span style="color:#660000;">"Decimos a las mujeres que utilizan medicamentos para provocar un aborto que están cometiendo un asesinato, y que tendrán que dar cuentas a Dios por el aborto... contemplamos al feto que está en el vientre como un ser creado, y por lo tanto como un objeto al cuidado de Dios... y no abandonamos a los niños, porque los que los exponen son culpables de asesinar niños" (Atenágoras, En defensa de los cristianos, XXXV)</span></em><br /><br />Los testimonios se multiplican por doquier. Así leemos en la Epístola a Diogneto que los cristianos:<br /><em><span style="color:#660000;">"Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (fetos)" (Ep a Diogneto V,6)</span></em><br /><br />Tertuliano condena el aborto como homicidio y reconoce la identidad humana del no nacido:<br /><em><span style="color:#660000;">"Es un homicidio anticipado impedir el nacimiento; poco importa que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el nacimiento. Es ya un hombre aquél que lo será." (Apologeticum IX,8)</span></em><br /><br />Ya en el siglo IV San Basilio va incluso más allá al llamar asesinos no sólo a la mujer que aborta sino a quienes proporcionan lo necesario para abortar, lo cual sería perfectamente aplicable a quienes fabrican o prescriben la píldora abortiva:<br /><span style="color:#660000;"><em>"Las mujeres que proporcionan medicinas para causar el aborto así como las que toman las pociones para destruir a los niños no nacidos, son asesinas" (San Basilio, ep188 VIII)</em><br /></span><br />San Jerónimo trata la situación de la mujer que muere mientras procura abortar a su criatura:<br /><em><span style="color:#660000;">"Algunas, al darse cuenta de que han quedado embarazadas por su pecado, toman medicinas para procurar el aborto, y cuando (como ocurre a menudo) mueren a la vez que su retoño, entran en el bajo mundo cargadas no sólo con la culpa de adulterio contra Cristo sino también con la del suicidio y del asesinato de niños. " (San Jerónimo, Carta a Eustoquio)</span></em><br /><br />Debemos ser sinceros y reconocer que vivimos en un mundo donde gran parte de lo más abominable del paganismo antiguo, el aborto y la profusión de todo tipo de amoralidad sexual, no sólo ha resurgido con fuerza sino que ha conseguido "legitimarse" socialmente echando sus raíces incluso en las legislaciones de nuestros países. La Iglesia, hoy igual que ayer, alza su voz contra esta infamia. Podría decirse que Juan Pablo II, paladín de la cultura de la vida y por tanto enemigo declarado de la cultura de la muerte que impera en nuestra sociedad, ha llevado la condena del aborto casi hasta el nivel de dogma de fe en la Encíclica Evangelium Vitae: "Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos -que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina-, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal."<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">EL MATRIMONIO CRISTIANO</span></strong><br /><br />Tertuliano escribe en el siglo II, como la fe transforma el matrimonio de los cristianos.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">“¿Dónde encontraré la fuerza para describir satisfactoriamente la dicha del matrimonio que la iglesia ofrece, que la ofrenda confirma, que la bendición sella? Los ángeles lo proclaman, el Padre celestial lo ratifica…<br />¡Qué pareja la de dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, un mismo servicio! Los dos son hijos de un mismo padre y servidores de un mismo maestro; nada les separa ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son realmente dos en uan sola carne. Donde la carne es una, uno es también el espíritu. Juntos reazan, juntos se postran, juntos observan el ayuno; se instruyen mutuamente, se animan mutuamente, es exhortan mutuamente. Los dos son iguales en la iglesia de Dios, iguales en el banquete de Dios, iguales en las pruebas, en la spersecuciones, en los consuelos…”</span></em></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4555483373464199045.post-15926466613106416792009-05-01T00:00:00.002-07:002010-10-04T10:21:36.536-07:008.2. ¿De dónde provienen los valores y principios morales del mundo moderno?<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgao24DHXlER_kkWrtibIlJHLcqvzytUVBCJMZmSu9b0ja9LUXitNpVQXiZtZX4TGCKW_TJ_Bi4OIGKZLuDE-Ix2GAOa8LaCT_ohGWhMEz0_uk5uh01AqYe1p0w6PGWqOEc3V3R5b29o1o/s1600/creacion+del+hombre.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524241253459046322" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 247px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgao24DHXlER_kkWrtibIlJHLcqvzytUVBCJMZmSu9b0ja9LUXitNpVQXiZtZX4TGCKW_TJ_Bi4OIGKZLuDE-Ix2GAOa8LaCT_ohGWhMEz0_uk5uh01AqYe1p0w6PGWqOEc3V3R5b29o1o/s400/creacion+del+hombre.jpg" border="0" /></a>Mientras desarrollaba una idea para un programa, conduje una serie de encuestas a lo largo de un período de dos años, en la cual le preguntaba a la gente qué valores y principios fundamentales ellos sentían que debían ser respetados para hacer de nuestro mundo un lugar lo más perfecto humanamente posible. En total, alrededor de 1,500 individuos fueron entrevistados. Increíblemente mis entrevistados - predominantemente de países occidentales, de Estados Unidos, Canadá, Sudamérica, Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Suiza, Holanda, Portugal, España, Italia, etc.- tuvieron respuestas muy similares, que pueden ser agrupadas en estas seis categorías.<br />1. Respeto a la vida Humana: En un mundo perfecto, toda la gente tendría garantizado ciertos derechos humanos básicos, dentro de lo que tiene que ser una correcta vida. Deben poder vivir sin un miedo constante de perderla y con una cierta dignidad básica.<br />2. Paz y Harmonía: En todos los niveles - ya sea comunal o global - la gente y las naciones deben coexistir en paz y harmonía, y respetándose unos a otros.<br />3. Justicia e Igualdad: Toda la gente, sin importar su raza, sexo, status social, debe ser tratada de igual manera y justamente bajo los ojos de la ley.<br />4. Educación: Todos deben recibir una educación básica que les garantice un conocimiento funcional dentro de la sociedad.<br />5. Familia: Una estructura familiar fuerte y estable necesita existir para servir como la fundación moral de la sociedad y como la institución más importante para educar/socializar a los niños.<br />6. Responsabilidad social: En un nivel individual, comunitario, nacional y global, la gente debe tomar responsabilidad por el mundo. Esto debe incluir organismos sociales que lidien con preocupaciones básicas como enfermedades, pobreza, hambre, crimen, problemas relacionados con drogas, al igual que cuestiones de protección del medio ambiente y los animales.<br />Los entrevistados de mi encuesta venían de toda clase de caminos de vida, sin embargo a pesar de los antecedentes de cada uno, todos estuvieron de acuerdo con estas cosas. De hecho, ellos y yo, nos aventuramos a decir que la mayoría de los seres humanos alrededor del mundo, profundamente creen que un mundo perfecto debe incluir estos valores universales.<br />La pregunta es: ¿Por qué?<br />¿Acaso estas seis ideas básicas son intrínsecas en la naturaleza humana? ¿Acaso la gente siempre se ha sentido de esta forma? Y si no, ¿de dónde sacaron estos valores? ¿Cuál es la fuente de esta visión utópica del mundo?<br />Mi búsqueda por respuestas a estas preguntas ha producido este libro. ¿De dónde vinieron los valores y principios del mundo moderno? La respuesta que encontré va a sorprendernos - inclusive puede darle un shock al lector.<br />Ya que los entrevistados predominantemente eran residentes de países democráticos, naturalmente asumieron que los valores que consideran preciados habían sido originados - así como la democracia - con los griegos, y en un grado menor con la dispersión de información del helenismo.<br />De hecho, este tema es sujeto de mucho debate en círculos académicos en estos días. Los tradicionalistas siguen insistiendo que los valores de la antigua Grecia y Roma están por debajo de todo nuestros estudios, filosofía, arte y ética, mientras que sus oponentes los acusan de que su idealización de los estándares de virtud, sabiduría y belleza Greco-Romana son algo sentimental, por no decir completamente irreal.<br />Reportando en esta controversia, el New York Times (Marzo 7,1998) preguntó en un encabezado:<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">"¿LOS ANTEPASADOS FUERON: A) ELITISTAS BELICOS O B) LA FUENTE DE LOS VALORES OCCIDENTALES?</span></strong><br /><br />No tendría sentido alguno negar que Grecia y Roma, a pesar de ser las civilizaciones más avanzadas de la antigüedad, también han sido las más influyentes en civilizaciones de la Europa Occidental y por extensión, las Américas. Sin lugar a duda, muchas de nuestras ideas sobre el arte, la belleza, filosofía, gobernación y ciencia empírica moderna, vienen del pensamiento clásico griego. La ley, el gobierno, la administración y la ingeniería occidental, también fueron moldeados poderosamente por Roma. De hecho, obtenemos una gran parte de nuestra cultura de estas civilizaciones.<br />Pero ¿acaso se puede decir lo mismo de nuestros valores, ética y principios?<br />Déjenme clarificar que esta no es una pregunta capciosa: No estoy insinuando aquí alguna noción lejana de que realmente obtuvimos nuestros valores del lejano Este. Sin embargo, con el reciente interés sobre filósofos orientales, unas cuantas voces se han levantado defendiendo esta visión, pero el indiscutible hecho histórico es que sólo dentro de los últimos cientos de años es que el Este tuvo una interacción significativa con el Oeste.<br />Entonces, la pregunta permanece: ¿Cómo es que llegamos a ordenar nuestros valores morales de esta forma tan particular?<br />Para contestar a esta pregunta, debemos empezar por observar como justamente esas civilizaciones - quienes sin duda alguna, moldearon nuestros sistemas políticos y sociales - se relacionaban con los valores que hoy consideramos como valiosos.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">UNA SOCIEDAD SIN PIEDAD</span></strong><br /><br />Mientras empezamos a trazar la historia de los valores de nuestro mundo, debemos, primero que nada, analizar cómo es que los antiguos - de quienes heredamos muchas de nuestras ideas - se relacionaban con los valores que apreciamos hoy en día. ¿Acaso ellos los consideraban esenciales para la formación de un mundo ideal? o ¿Era su visión considerablemente diferente que la nuestra?<br />De todos los principios que tal vez podamos nombrar, el derecho básico a la vida parece certeramente el más fundamental. Todos queremos vivir sin miedo de ser arbitrariamente privados de la vida. Todos queremos vivir con una cierta cantidad mínima de dignidad humana. Todos queremos una cierta protección en la ley en contra de la opresión de tiranos que tal vez consideren ciertos segmentos de la sociedad innecesarios, porque son demasiado débiles o pobres como para protegerse a si mismos.<br />Cuan obvio e importante es este concepto para nosotros el día de hoy! Pero no era tan obvio o importante en el mundo de la antigüedad.<br />Para empezar, los Griegos y los Romanos - al igual que toda cultura antigua que conocemos - practicaban infanticidio.<br />Al decir infanticidio me refiero a la matanza de niños recién nacidos como control de población, selección de sexo (generalmente los niños eran deseados y las niña no deseadas), y como un medio de privar a la sociedad de miembros que potencialmente podrían molestar en un futuro o de miembros deformes.<br />Un bebé que parecía débil o enfermo en el momento del nacimiento, o tenía un defecto mínimo de nacimiento, como paladar hundido, pie plano, o estaba de alguna forma imperfecto, era matado. Eso era hecho por una escuadra estilo Nazi de remover bebes. Esto era hecho por un miembro inmediato de la familia, generalmente la madre o el padre y generalmente dentro de los primeros tres días de nacimiento.<br />El método de "desecho" variaba, pero generalmente sabemos que en la antigüedad, los bebes eran llevados al bosque y se los dejaba que murieran, o eran tirados a pozos.<br />El horror de un padre que es capaz de matar a su hijo es suficientemente traumático. Pero el hecho de que no les importaba el niño, a tal punto de tirarlo sin piedad a un lugar donde moriría lentamente y dolorosamente, o sería recogido por alguien para ser involucrado en esclavitud o prostitución (como algunas veces pasaba) sugiere un nivel de crueldad más allá de nuestra moderna imaginación.<br />Lloyd DeMause en su ensayo "La evolución de la niñez" (p 25-26) reporta:<br />"Generalmente, al infanticidio durante la antigüedad no se le daba importancia, a pesar de que las citas de referencias de escritores antiguos dicen que era una hecho de la vida diaria aceptado. Los niños eran aventados a ríos, arrojados a montañas de fertilizante, puestos en jarras hasta matarlos de hambre y expuestos en las montañas y banquetas como "presa para los pájaros, comida para que las bestias salvajes colecten".<br />Evidencias de estas prácticas han sido encontradas en varias excavaciones arqueológicas. En la Agora Atheniense, se descubrió un pozo que contenía los restos de 175 bebés tirados ahí para ser ahogados.<br />Y no asumamos que era la práctica de los pobres e ignorantes, sino que uno de los pensadores más influyentes en la historia intelectual occidental - nada más y nada menos que Aristóteles - discutió sobre este punto en su política diciendo que matar a niños era esencial para el funcionamiento de la sociedad. El escribió:<br />"Debe haber una ley que dictamine que ningún niño imperfecto o defectuoso debe ser criado. Y para evitar excesos en la población, algunos niños deberán ser expuestos. Ya que un límite debe ser puesto para la población del estado.".<br />Nota el tono de esta aseveración. Aristóteles no está diciendo "Me gusta matar bebés", sino que está haciendo un cálculo frío y racional: superpoblación es peligroso, y esta es la manera más adecuada de mantenerla bajo control.<br />Cuatrocientos años después de Aristóteles, la práctica de matar bebés fue una práctica firmemente realizada en el Imperio Romano. Este es un extracto de la famosa y muy citada carta que un ciudadano Romano llamado Hilarion le mandó a su esposa embarazada, Alis, citada el 17 de junio, Circa 1EC:<br />"Que sepas que estoy todavía en Alexandría. Y no te preocupes si todos regresan y yo permanezco en Alexandría. Yo te pido y te ruego que cuides bien a nuestro bebe (masculino), y en cuanto reciba mi pago te lo mandaré. Si das a luz a un bebe (antes de que llegue a casa) si es hombre quédatelo, si es una mujer deshácete de ella".<br />Hilarion, como vemos, estaba muy preocupado por su hijo, su heredero. De hecho, una familia típica Romana podía estar constituida de dos o tres hijos para asegurar continuidad si un hijo muriera - pero raramente había más de una mujer, quien era considerada como una responsabilidad molesta.<br />Claro, puede ser discutido que en otros frentes los Griegos y los Romanos eran capaces de un pensamiento refinado y un acercamiento elevado al comportamiento. Seneca, el famoso filósofo y escritor Griego, desarrolló un largo tratado sobre el control y las consecuencias del enojo. En él, plantea la distinción entre el enojo y la sabiduría, usando el siguiente ejemplo: "También los niños, si son débiles o deformes, los hundimos, no por enojo, sino por la sabiduría de preferir lo útil y no lo inútil". (Concerniendo el Enojo, I.XV).<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">EXPLOTACION DE INOCENTES</span></strong><br /><br />Toda la actitud hacia los débiles e indefensos era totalmente mala en las sociedades antiguas. Además de no importarles el matar infantes, cuando veían que era apropiado, los Romanos mutilaban niños no deseados para hacerlos aunque sea "útiles" para limosnear. (Incidentalmente, esta práctica tan horrible se ve todavía hoy en la India).<br />Nuestro amigo Moral, Seneca, que estaba tan preocupado con el tema de lo útil y lo inútil, también trajo una justificación para esta abominación:<br />"Mira a los ciegos caminando por las calles, apoyados en sus palos, y a aquellos con pies triturados, y sigue viendo a aquellos con órganos rotos. Este no tiene manos, el otro tenía su hombro pero se lo han arrancado para que sus cosas grotescas inciten risa....<br />Vamos al origen de esas enfermedades - un laboratorio de manufactura de seres humanos - una caverna llena con los órganos cortados de niños vivos.... ¿Qué mal se le ha hecho a la república? Por el contrario, ¿acaso estos niños no han brindado un servicio por cuanto que sus padres los han arrojado afuera?".<br />Hoy en día veríamos la matanza de bebés recién nacidos por no ser deseados o la mutilación de pequeños infantes para obtener ganancias, probablemente como la cosa más cruel que una persona puede cometer. ¿Cuál es el miembro de la sociedad más débil, inofensivo e inocente? Un niño pequeño. Por lo tanto, creemos que un niño, un bebé, se merece la protección de la sociedad, inclusive más que un adulto. Pero en el pensamiento Griego y Romano, en lugar de darle la mayor protección, a los niños se les daba la menor protección; esto pasaba simplemente porque al ser totalmente inofensivos, eran las personas más fáciles de pisar.<br />El Profesor de Harvard y ex Presidente de la Asociación Histórica Americana, William L. Langer (en su introducción a La Historia de la Niñez) señala:<br />"Los niños, siendo incapaces de resistir físicamente agresiones, fueron los víctimas de fuerzas sobre las cuales no tenían control, y fueron abusados de maneras imaginables e inimaginables...".<br />Entonces vemos cuán diferente era la actitud de la antigüedad con respecto a la nuestra. El derecho más básico - el derecho a la vida (ni siquiera, vivir con dignidad) - no estaba en ningún aspecto garantizado.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS1zNjQb6oSZaGqIgJRLPsOtXunW6x5qfRSZV9erMBU1URcRxjVeGQsPcnu4zTvdw114SYFPvSpZM9PmXlxLGSoRDu2TEKC_yGzpaaVX7hL2mcrw6YfXap7UlZsCDTIEWQP3UKkB_bSk8/s1600/circo+romano.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524242017655383730" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 286px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS1zNjQb6oSZaGqIgJRLPsOtXunW6x5qfRSZV9erMBU1URcRxjVeGQsPcnu4zTvdw114SYFPvSpZM9PmXlxLGSoRDu2TEKC_yGzpaaVX7hL2mcrw6YfXap7UlZsCDTIEWQP3UKkB_bSk8/s400/circo+romano.jpg" border="0" /></a>ESPECTACULO DE HORROR</span></strong><br /><br />Seguramente, no puede haber un mejor ejemplo de un total desprecio de la vida humana que matar gente por entretenimiento. Y aquí los Romanos se ganan el primer premio. Ninguna civilización antes o desde ellos fue tan sangrienta en este aspecto. A lo largo del Imperio, más de doscientos estadios fueron construidos específicamente para la exhibición de este deporte tan particular, que requería que personas y animales fueran encerrados y expuestos de una forma en la que no pudieran escapar antes de ser asesinados en frente de una audiencia silbando y aplaudiendo.<br />La práctica era extremadamente popular, y el Emperador Augusto en sus Actos, dijo que durante su reinado (29AE a 14EC) realizó juegos en donde 10,000 personas peleaban y 3,500 bestias fueron matadas. Mientras luchas salvajes entre gladiadores - quienes eran usualmente esclavos entrenados para este propósito - eran el evento especial, para mantener la novedad de la muerte, Nero y Domicio mandaron inclusive mujeres, niños, ciegos y enanos a pelearse unos con los otros. Todo valía con tal de que el público estuviera contento.<br />Esta forma de entretenimiento alcanzó su cumbre con la inauguración del Coliseo en el año 80EC, cuyas ruinas son hoy una gran atracción turística en Roma.<br />Los Romanos estaban justamente orgullosos de la obra de Ingeniería que la construcción del Coliseo representaba. La arena gigante de 600 x 500 pies construida por Vespasiano y completada por Tito, sentaba a 50,000 personas. Tenía un techo remontable y un piso que se podía levantar o bajar, dependiendo de lo que la atmósfera del día demandaba. Algunas veces el Coliseo era transformado en un desierto o en una jungla, y también se podía llenar con agua convirtiéndolo en un lago donde barcos podían navegar.<br />¿Por qué fue construido este lugar tan increíble? Para enseñar la muerte como una forma elaborada de entretenimiento para las masas.<br />En un día típico, cuando el Coliseo estaba lleno, el lugar estaba repleto de hombres, mujeres y niños - sí, los Romanos pensaban que no había nada malo en exponer a los niños a este tipo de eventos grotescos. La entrada era gratuita, y un cojín para tu asiento, carne y vino eran proveídos también gratuitamente. El acto con el cual empezaban en la mañana era una exhibición de animales salvajes. Los Romanos iban alrededor del imperio tratando de encontrar bestias exóticas y salvajes para sorprender a las masas. Después, se bajaba el piso para presentar combates entre ellos. Los Romanos aplaudían mientras que lo leones destruían a los tigres o los tigres se iban contra los osos, leopardos contra los lobos. Está claro que los Romanos nunca habían escuchado de los derechos a los Animales.<br />Después venían las corridas de toros, pero en estas oportunidades los toreros, siendo esclavos o convictos, no tenían la oportunidad de practicar con anterioridad, por lo que el toro generalmente los toreaba a muerte. El público gritaba. Eso es lo que vinieron a ver.<br />Pensarías que con eso era suficiente para todos. Pero eso era sólo el evento de calentamiento. Después venía el alimentar a los animales - siendo el plato principal, personas. Toma en cuenta que Roma era una sociedad muy orientada hacia la ley el orden y todo se debía hacer legalmente - no se podía simplemente echar a alguien a los leones, sólo la gente condenada a ofensas capitales. Pero si no tenían suficientes víctimas para la diversión diaria, los Romanos convencionalmente condenarían a muerte inclusive a criminales menores y así suplían lo que faltaba. (El Cristianismo, siendo una ofensa capital en Roma desde el gran fuego de 64EC, del cual fueron culpados sus adherentes, suplió un gran número de víctimas).<br />Durante los intermedios, fuentes gigantes echaban perfume en el aire para reducir el olor a muerte. El entretenimiento no paraba. Entre las matanzas espectaculares, se llevaban a cabo ejecuciones continuas ya sea quemando, arrancando la piel de la gente viva o degollando.<br />El evento principal era guardado para la tarde, y era lo que la gente realmente estaba esperando - el combate de gladiadores. Los gladiadores peleaban a muerte, aunque las vidas de peleadores valientes podían ser salvadas por el emperador o el voto del público.<br />En el año 107EC, durante una celebración de cuatro meses de su conquista de Dacia, Trajan - quien tal vez trataba de igualar el record de Augusto - realizó un torneo en el cual 10,000 gladiadores y 3,000 animales pelearon. Esto significaba que cualquiera que estuviera sentado viendo el espectáculo vería al menos 5,000 personas morir. A Trajan le gustaba tanto este tipo de masacre - y tenía una gran reserva de prisioneros de guerra de Dacian para tal propósito - que aparentemente mandó a 23,000 personas a su muerte entre los años 106 y 118EC.<br />Era todo horrible y perverso, y si piensas que no se podía poner peor, considera que Comodo (emperador del 180 a 193EC) organizó peleas con gente lisiada y acabó con todos él mismo.<br />De los filósofos Romanos y grandes pensadores, sólo Seneca vio algo malo en la muerte como entretenimiento... Otros grandes no eran tan suaves como Seneca. Ciceron por ejemplo, pensaba que los concursos de gladiadores promovía coraje y dureza, aunque era de la opinión de que no era entretenido. Juvenal, quien criticaba todo, amaba los juegos. Y Plinio decía que observar a gente ser masacrada hacia al público más fuerte y consecuentemente tenía un valor educacional.<br />Eso resume la actitud del mundo antiguo en cuanto al valor de la vida. Lo que es fundamental mantener en mente es que los Griegos y los Romanos realmente pensaban que mantener la ley y el orden era esencial para el funcionamiento de una sociedad, y las leyes en ambos Imperios eran impuestas estrictamente. Pero la idea de que junto con el status de ser humano, estaba el derecho a la vida (olvídate de la dignidad) no era desarrollada bajo ningún medio.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">A CONTRAPELO: LA VISION JUDIA</span></strong><br /><br />"Voy a insistir que los Hebreos han hecho más para civilizar al hombre que cualquier otra nación... la fe a hecho que los Judíos sean el instrumento más esencial para civilizar a las naciones". (John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos).<br />"Certeramente, el mundo sin los Judíos hubiera sido un lugar radicalmente diferente. Probablemente la humanidad hubiera eventualmente tropezado con todos los conceptos Judíos. Pero no podemos estar seguros. Todos los descubrimientos conceptuales del intelecto humano parecen obvios una vez que han sido revelados, pero requiere de un genio especial para formularlos por primera vez. Los Judíos tienen este regalo. A ellos les debemos la idea de igualdad frente a la ley, tanto Divina como humana.; la santidad de la vida y la dignidad de la persona humana; de la conciencia individual y por eso una redención personal; de una conciencia colectiva y por eso de una responsabilidad social; de la paz como un ideal abstracto y del amor como el fundamento de la justicia, y muchos otros elementos que constituyen la base moral de la mente humana. Sin las Judíos hubiera sido un lugar mucho más vacío" (Paul Johnnson, historiador Cristiano, autor de History of the Jews and A History of Christianity).<br />¿Será cierto?<br />¿Podrá ser cierto que nuestros valores morales no originan de una de las grandes civilizaciones sino que los hemos heredado de un pequeño, insignificante, pedazo de tierra en el medio Oriente?<br />Me atrevo a decir que los antiguos Hebreos (que después fueron conocidos como Israelitas y luego como Judíos) hubieran estado en desacuerdo con las aseveraciones de Adams y Johnosn. Ellos hubieran insistido que no tenían nada que ver con inventar los valores que iban en contra del mundo en el que vivían, y que certeramente eran totalmente ajenos a otros pueblos. Ellos hubieran insistido que estos valores venían de D-os, y que ellos eran el pueblo escogido para enseñarlos mundialmente.<br />Esta es la historia que cuentan desde el tiempo que aparecieron en el mundo alrededor del 1300AEC, cientos de años antes del ascenso de la civilización Griega. En ese tiempo, eran todavía una nación naciendo que funcionaba más como una familia extendida, todos sus integrantes trazando sus antepasado a un hombre llamado Abraham que había vivido alrededor del 1,800AEC. Eran un pueblo extraño, con una religión aun más extraña:<br />* Creían en un solo D-os - Todopoderoso, infinito e invisible - que había creado todo lo conocido por el hombre, una noción completamente ajena a cualquier nación que los precedía.<br />* Ellos afirmaban que todos ellos - alrededor de 600,000 hombres y un número no dicho de mujeres y niños - habían escapado milagrosamente de la esclavitud en Egipto, el imperio más poderoso de la tierra, por la intervención milagrosa de su D-os.<br />* Afirmaban que después de su gran escape, llegaron a una montaña en el desierto, el Monte Sinaí, donde todos tuvieron un encuentro con D-os: durante ese encuentro, y por medio de su líder Moisés, recibieron un código de comportamiento - compilado en un libro llamado la "Torá" - que seguían minuciosamente.<br /><br /><strong><span style="color:#660000;">UN PUEBLO EXTRAÑO</span></strong><br /><br />Era una historia para levantar más de un par de cejas en el mundo antiguo. Claro, los pueblos antiguos creían en todo tipo de cosas sobre relaciones Divinas con seres humanos, así que la historia de los Judíos no era tan increíble. Tampoco una sociedad gobernada por leyes era tan extraño, después de todo, los códigos legales previos, siendo el más famoso el Código de Hamurabbi, estableció reglas en cuanto a los derechos de propiedad y cosas similares. Lo que el mundo antiguo no podía creer era este código particular. De hecho, era un código que para la mente antigua parecía irracional.<br />"Los Judíos se distinguían del resto de la humanidad particularmente en todos los detalles de la vida", escribió el filósofo Romano Deo Casssius, expresando su desaprobación. "En particular... no honran a ninguno de los dioses comunes, sino que muestran extrema reverencia a un solo Dios".<br />Parte de esa "extrema" reverencia se traducía siguiendo esa ley de D-os, una ley que no podía ser alterada. Una ley otorgada por D-os, y sólo por eso era diferente de cualquier código legal de cualquier otra sociedad.<br />Pero había más de los Judíos que era extraño, a pesar de su D-os y Su ley. La Tora - o la Biblia como los griegos le llamaron - no era como cualquier otro libro sagrado de otro pueblo anterior o contemporáneo. La Torá le hacía ver el mal a los Judíos. En ella, el pueblo es mostrado como un pueblo perezoso y quejoso, pecando contra su D-os y Su ley. Y a pesar de esto, ellos insistían que debían cargar con ellos la historia de sus fracasos así como sus éxitos, para nunca perder de vista su misión de elevar a la humanidad.<br />Ahora debemos ver cómo los Judíos antiguos se relacionaban con el derecho básico humano, el derecho a la vida y cuán cercano está de nuestro standard...Unknownnoreply@blogger.com0